Así condena el mundo las agresiones a hinchas de fútbol
Países como Alemania, Francia o Estados Unidos han vivido situaciones parecidas a la ocurrida en Barcelona
La selección alemana de fútbol posa durante un entrenamiento
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Los miembros de la selección alemana de fútbol durante un entrenamiento
La selección alemana no se toca
La selección alemana de fútbol no se toca. Entre los Bundesländer alemanes hay piques, diferencias e incluso serias tiranteces políticas, como la que amenaza actualmente con romper la gran coalición de gobierno de Berlín debido al insuficiente índice de tolerancia de la CSU bávara a la política de refugiados de la CDU de Merkel, pero los hinchas del Bayern München son, por supuesto y «por extensión», hinchas de la selección alemana de fútbol, según reconoce el portavoz del equipo, Markus Hoerwick .
Echando la vista atrás, no constan episodios en los que seguidores de la selección alemana hayan sido agredidos por otros alemanes. El peor agravio que recuerda el veterano periodista Rodrigo Zuleta es el protagonizado por grupos minoritarios que, incómodos con el renaciente nacionalismo alemán que despertó el Mundial de 2006, se declaraban públicamente animadores de la selección de fútbol de Togo. La protesta quedó en eso.
La semana pasada, sin embargo, sí se ha producido un incidente que la selección alemana ha sufrido como «hostilidad». El movimiento xenófobo Pegida ha criticado al fabricante de chocolates Ferrero por imprimir en los paquetes de sus populares productos Kinder retratos de los jugadores de la selección cuando eran niños, incluyendo a Boateng y Gündogan, de antecedentes familiares africanos y turcos respectivamente. El vicepresidente del partido de extrema derecha AfD, Alexander Gauland, se sumó a la campaña diciendo que Boateng es apreciado por los alemanes «como futbolista, pero no les gustaría tenerlo como vecino». Y la presidenta del partido, Frauke Petry , ha extendido el ataque a Mesut Özil, de fe musulmana, por haber publicado una foto que se hizo durante una peregrinación a La Meca. Después de esas declaraciones, el partido ha caído dos puntos en las encuestas de intención de voto, ha recibido críticas unánimes por parte del resto de partidos y de la sociedad civil y la selección ha publicado un vídeo titulado «Somos diversos, somos la selección», en el que dejan claro que atacar a uno es atacar a todos.
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Entrenamiento de la selección francesa de fútbol
En Francia, la violencia recibe una respuesta
En Francia, la violencia en la «periferia» de los campos de fútbol y acontecimientos deportivos recibe una respuesta policial, política, social y cultural enérgica y expeditiva, terminante.
Dentro de los campos de fútbol, y en su periferia inmediata, los equipos son oficialmente «invitados» a ejercer un cierto «control» de bandas informales u organizadas.
Las fuerzas de seguridad municipales, regionales y estatales están siempre presentes y bien visibles, a título meramente «disuasivo», interviniendo con rapidez y «energía» en caso de eventuales amagos de violencia .
En el terreno social, cultural, informativo, la violencia callejera es percibida a todos los niveles como un «cáncer» cuyo «tratamiento» debe recibir una respuesta inmediata y sin falla .
Al primer nivel informativo (cadenas de información permanente), cualquier amago de violencia, es tratado «por corto, pero con severidad». Los protagonistas son percibidos automáticamente como personajes peligrosos , en distinta medida, claro está.
Al primer nivel social (asociaciones deportivas, asociaciones de hinchas de cualquier equipo), la respuesta es automática: condena expresa, denuncia terminante, para «disociar» con rapidez cualquier intento de «amalgama» .
En el terreno estrictamente cívico, la información rápida corresponde a una denuncia sin falla de cualquier «fechoría». En el terreno de juego, todas las discrepancias son bienvenidas . En la calle, se impone el más estricto respeto mutuo.
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Un hombre agita una bandera de Estados Unidos en Miami
Agresiones, «estrelladas» y lecciones de ida y vuelta
Se nos llena la boca cuando ponemos a EE.UU. de vara de medir en cuestiones de profundidad democrática. «Esto en América no pasaba, ibas derecho a la cárcel», dicen algunos cuando se afrentan símbolos patrios . Pero en EE.UU., la Primera Enmienda a la Constitución, que consagra la libertad de expresión, permite hasta quemar la sacrosanta bandera de las barras y las estrellas. «Esto en EE.UU, no pasaba, allí la libertad de expresión es sagrada», dicen otros cuando se prohibe la exhibición de banderas inventadas y estrelladas en un campo de fútbol. Pero ese derecho tiene su lugar, el espacio público, y es discutible que un recinto deportivo lo sea.
Con todas sus disfunciones democráticas, lo que en EE.UU. seguro que no pasaba es el vergonzoso episodio de este fin de semana en Barcelona. Un ataque a plena luz del día, en el que un grupo de cobardes agrede, roba e insulta a dos chicas por apoyar a la Selección Española de fútbol. En EE.UU., la vía pública es un espacio abierto a la opinión: activistas propalestinos se manifiestan delante de una concentración sionista, una marcha con banderas confederadas —símbolo racista— puede atravesar un barrio negro y una protesta anti-Trump tiene seguidores del multimillonario en frente. Una agresión de este tipo es impensable en una sociedad donde la libertad de expresión es un pilar fundamental de su sistema democrático, aunque se utilice a veces en su contra. La agresión en Barcelona es una señal de un déficit democrático . Por el ataque en sí, pero sobre todo por la reacción. En EE.UU., una agresión similar a dos ciudadanas por apoyar al equipo nacional hubiera llenado portadas y hubiera cosechado condenas enérgicas de partidos políticos y de la sociedad civil . En Barcelona, algunos grandes medios de comunicación lo pasaron por alto y la alcaldesa solo llegó a tildarlo de «inaceptable»: lo inaceptable fue su reacción.
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