La mujer «fuerte» del policía

A las 17:17 minutos de la tarde del pasado lunes el recuerdo de aquel aperitivo intrascendente heló la sangre de los que se acordaban de él. Si las investigaciones se confirmaban, muy probablemente ese día Montserrat González ya había decidido, junto con su hija Triana, como es conocida en la localidad, matar a Carrasco .

¿Pero cómo describen los vecinos a esta familia? Pablo Antonio Martínez, el inspector jefe al mando de la coqueta comisaría local, es una persona entrañable, de los que gustan tomar vinos por el centro de la población y compartir conversaciones intrascendentes con los amigos. En Manolín, por ejemplo, donde el dueño preparaba ayer unos callos cuyo olor disparaba todos los jugos gástricos, o en el propio Gaudí, a donde acudía con la cuadrilla con frecuencia... Tampoco en el bar Alonso, al lado de comisaría, donde de vez en cuando tomaba café.

Manolín, siempre amable y de conversación amena, no encontraba explicación a lo sucedido , por más que las habladurías se hayan desatado con una ligereza a veces imperdonable. «Es mi amigo, para mucho por aquí pero yo no hablo con él de esas cosas que me preguntan», dice una y otra vez. Los fieles del local tampoco. Le respetan, le tienen cariño, pero en estas tierras se es poco dado a las intimidades sin sentido...

Sobre Montserrat, su mujer, las opiniones son muy distintas. No hay nada concreto contra ella, no es que tenga antipatías claras pero... Y qué importantes son los «pero» en estas localidades. «Actuaba como mujer del comisario», se dice de ella; «tiene un carácter fuerte, siempre está al amparo de su marido, pero siempre pisa fuerte», añaden otras personas que la conocen bien. Y todas coinciden: «Casi siempre estaba con su hija». No solía alternar con su marido, pero la verdad es que en Astorga es frecuente que hombres y mujeres se reúnan por separado. «Aquí solo ha cenado un par de veces», recuerda Manolín para corroborarlo.

Pero la gran sorpresa es Triana, una joven «simpática, encantadora, alegre. Es difícil entender lo de su madre, pero lo de ella...». También ese es un denominador común: «Era imposible imaginarlo». Y mucho menos pensar, claro, que cuando su madre y el dueño del hotel charlaban al mediodía del sábado con una cerveza las dos mujeres ya se hubiesen puesto de acuerdo para matar a Carrasco. Pero es que en este suceso hay muchas cosas incomprensibles.