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EL ARPÓN

Los nuevos culebrones

Hay que seguir lo de Bárcenas, y lo de Amy Martin, y lo de Urdangarín, por abreviar excesos

Angel Antonio Herrera

Lo que le va pasando al peatón paciente es que se le acumulan los culebrones. Hay que seguir lo de Bárcenas, y lo de Amy Martin, y lo de Urdangarín, por abreviar excesos. Lo dan en las noticias, hagas o no hagas zapping. O sea, que casi no va a haber rato para enterarse en condiciones de la nueva edición del guateque de «Gran Hermano». Bárcenas ha salido un alpinista de las tesorerías, y el riesgo de tocar cumbres es que lo mismo vas y te abres la crisma.

Ya veremos, sí, ya veremos, pero yo leo en medio del jaleo aquello de Borges «la verdad, como la belleza, acaba siendo frecuente», y me mosqueo. Amy Martin, y su consorte, del PSOE, el tal Mulas, se montaron un buen kiosko para el pluriempleo oscuro, pero de oro, y enseguida hemos deducido que la profesión de escribidor está en Babia, y es una ruina, porque Amy cobraba 3.000 euros de vellón, por pliego entregado, y los demás no pasamos del caché, por artículo, de una carrera de taxi al aeropuerto.

Y gracias, porque hay tajo. Entretanto, Urdangarín, echando una mano a su manera, sin bajarse del titular de mucha cifra pendiente. Los culebrones de telediario no nos dejan ver el culebrón propiamente dicho. Es lo que hay.

Los nuevos culebrones

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