El quinto en discordia
'No Spain, no gain'
No lo alargue innecesariamente señor Sánchez, trate de que la indignidad no le acompañe también en su despedida
Miedo y avaricia (2/6/24)
Madrid
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Iniciar sesiónUna cabecera británica titulaba la victoria de Alcaraz en semifinales de Roland Garros dando la vuelta a la máxima de los mercados 'no pain, no gain' -sin dolor no hay beneficio- con que sin España no hay victoria posible. Y esto en lo deportivo parece ... que no tiene mucha discusión. Con el Real Madrid como el mejor equipo del mundo, Alcaraz y compañía haciendo de las suyas o las opciones de la selección de fútbol en la Eurocopa parece que el titular no tiene un pero en lo tocante con el deporte.
Pero, bien mirado, no solo con el deporte. En la Bolsa, la española es una de las que mejor lo ha hecho estos últimos tres años. Es la europea que más se está beneficiando de las dinámica de los mercados. Y tiene pinta de que, aunque muchos todavía no se han dado cuenta, sea de las que mejor lo haga en el futuro. Acompaña todo. La economía haciéndolo bien de la mano del ladrillo y turismo pero no solo, los resultados de las cotizadas recogiendo este mejor momento y, por último, unas valoraciones que siguen siendo muy atractivas hacen que este mejor comportamiento pueda sostenerse en el tiempo.
A lo anterior hay que sumar un eventual cambio de rumbo político que hoy parece más cerca porque este Gobierno no puede alargar mucho esta agonía. Por las características del protagonista, una mezcla de soberbia y obstinación, es imposible aventurar cuándo va a ser el desenlace. Pero no hay alternativa: un cambio de gobierno que sirva para pasar página a los tristes episodios que hemos vivido estos años y que en lo económico impulsen políticas que sirvan para aprovechar los vientos de cola que tenemos. Esto va a ser, no lo duden. Y entonces tendremos el camino expedito para que no solo las crónicas deportivas, sino también las de mercados, se encabecen con ese memorable 'no Spain, no gain'. No lo alargue innecesariamente señor Sánchez, trate de que la indignidad no le acompañe también en su despedida.
Sí pero no
Como se esperaba, el Banco Central Europeo (BCE) bajó los tipos de interés. Nada que objetar. Sin embargo, en la propia rueda de prensa después de la reunión presidida por Christine Lagarde y en las intervenciones los días siguientes de los distintos miembros del consejo no tardaron en matizar la decisión. Bajada, sí, pero sin que esto presuponga nada de cara a futuras decisiones. Y aquí es donde entramos en la discusión un poco esquizofrénica en la que están inmersos siempre los bancos centrales. La mejora de la economía que se empieza a intuir en los países del norte de Europa podría truncar la reducción de la inflación, que aunque apunta en la dirección correcta todavía no está dentro de los objetivos marcados. De este tipo de afirmaciones se podría desprender que era preferible que la economía europea siguiera languideciendo para cumplir con un objetivo de precios que, por cierto, nos impuso en su momento el banco central alemán. Y esa debe ser la línea de pensamiento en algunas capitales. Da la sensación de que no han aprendido nada estos últimos años en los que las circunstancias económicas absolutamente excepcionales que hemos vivido han obligado a todos los bancos centrales, muy en particular al BCE, a explorar soluciones inéditas que no han sido inocuas ni para la economía ni para el mercado.
Aunque con retraso, la inflación se ha estabilizado fuera de la zona de peligro -medio punto por encima del 2%-, lo que debería ser más que suficiente para dar algo de aire a la economía europea que, aunque empiece a levantar cabeza, es la que claramente peor parada ha salido de la última crisis. Aquí aplica lo de mejor prevenir que curar y desde luego no abandonar el mayor pragmatismo que no sin dificultades se ha terminado imponiendo en Fráncfort. No es deseable volver a la retórica de que el dato manda o, lo que es lo mismo, a hacer política monetaria con un brazo atado a la espalda.
Probablemente hubiera sido deseable que, en esta ola de heterodoxia en la que hemos estado inmersos, el BCE hubiera ido un paso más allá revisando el objetivo de inflación. El fuerte repunte de los precios tras los problemas en las cadenas de suministros tras el Covid primero y, después, por la subida del precio de las materias primas por la guerra de Putin truncaron el progresivo deslizamiento de la política monetaria europea hacia planteamientos menos ortodoxos superando inercias del pasado que han tenido un coste muy alto en el desempeño europeo. Ahora toca que la previsible resaca no desande el camino andado y que el consejo del BCE siga avanzando por los derroteros que comenzó a explorar Draghi hace ahora doce años con las celebre frase «haré todo lo que sea necesario y, créanme, será suficiente». Ahora que parece que en Fráncfort resurge la disyuntiva, la respuesta debería ser sencilla si revisamos el pasado reciente: más Draghi y menos Trichet.
Presidenciales americanas
Las elecciones presidenciales americanas de noviembre previsiblemente serán uno de los huesos a los que el mercado hinque el diente después del verano. Volveremos a seguir la evolución de las encuestas y los debates del otro lado del charco tratando de escudriñar hacia dónde puede decantarse el electorado americano y qué consecuencias puede tener eso para los mercados.
No resulta fácil hacer predicciones. Y menos en este caso en el que hay un nivel de probabilidad no desdeñable de que alguno de los candidatos -o ambos- no terminen llegando a la cita del primer martes después del primer lunes del próximo mes de noviembre. Lo mejor probablemente desde la óptica del mercado es que no hay factor sorpresa. La vuelta de Trump a la Casa Blanca, aunque, visto lo visto, llevado al extremo no sea deseable por un mínimo de decoro, no sería tan traumática como cuando llegó por primera vez. Y la reelección de Biden, aunque 'a priori' menos traumática, no está exenta de incertidumbres por lo que en su caso pudiera devenir la presidencia de Kamala Harris.
Para rebajar, no está de más tirar de datos. Históricamente los años electorales siempre han sido positivos para la economía. En los últimos veinte años ha habido dos excepciones: las presidenciales de 2000 que coincidieron con el pinchazo de la burbuja de internet; y las de 2008 que se celebraron pocos días después de quiebra de Lehman. No parece que estemos en esas circunstancias. Ni hay una burbuja de valoración de ningún activo ni, desde luego, estamos a las puertas de una crisis de la dimensión de la gran crisis financiera.
Si se echa la vista atrás, en los últimos cien años ha habido quince presidentes americanos, la mitad demócrata y la otra mitad republicana, y con sus idas y venidas, guerras mundiales por medio, la Bolsa no ha hecho otra cosa sino subir. Quien invirtió en la Bolsa americana hace un siglo, ha multiplicado por mucho su inversión. Y ni Trump ni nadie puede provocar que descarrile el afán de innovar y prosperar del conjunto de la sociedad, que es lo que está detrás del comportamiento de los resultados empresariales y consecuentemente la Bolsa en ese periodo.
Así las cosas, la mejor recomendación sería que, como siempre, no se dejaran llevar por las noticias en uno u otro sentido porque, como es de sobra conocido, el peor consejero financiero son nuestras emociones.
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