EL QUINTO EN DISCORDIA
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Los mercados están dando señales claras de por dónde deben ir las finanzas públicas, como ha ocurrido en Francia
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Iniciar sesiónFrancia anunció la semana pasada un fuerte recorte del gasto público entre otras medidas encaminadas a tratar de enderezar su economía. La deriva de la economía francesa es un buen ejemplo de lo que está pasando con algunas de las de los países desarrollados ... que llevan tiempo sin tratar de embridar los desequilibrios fiscales. En esta situación nos encontramos con otros países importantes como EE.UU. o Reino Unido, que tampoco están acometiendo las reformas necesarias para embridar los desequilibrios desde la pandemia.
Además, todos tienen el mínimo común denominador de una población que no está preparada para asumir los recortes necesarios. El mercado está empezando a enseñar la patita. Últimamente hemos visto titulares sobre la evolución de los bonos soberanos de algunos de estos países que han hecho que algunos se revuelvan en sus sillas. Los tipos de interés de la deuda a largo plazo americana, por ejemplo, ha vuelto prácticamente a los máximos anuales a los que llegó tras la sorpresa que supuso el planteamiento arancelario el día que Trump bautizó como de la liberación. O el hecho de que Francia está pagando ya más que Grecia por financiarse. Sin grandes alaracas, el mercado, en contra de lo que algunos dicen por ahí, sí está mandando señales claras. Veremos qué pasa cuando, con mucha probabilidad y como ya ha pasado en el Reino Unido, naufraguen las medidas anunciadas porque no cuenten con suficiente apoyo en las distintas Cámaras.
En el otro extremo nos encontramos con países que hicieron lo que tocaba en su momento y hoy están en una situación mucho mejor. Con algo de justicia poética son precisamente esos países que el mercado en su momento dejó de lado los que ahora están destacando. España se encuentra a medio camino, pero con el viento de cola para en su caso terminar enderezando las cosas. De hecho, bien mirado, la situación de algunas de las grandes economías europeas supone una oportunidad para que España gane peso político y económico en Europa. Esta es otra de las muchas razones por las que un cambio político sería tan positivo. Un nuevo gobierno con ideas claras entre otras cosas en materia fiscal y consciente de la oportunidad que representa la situación actual es fundamental. Son muchas las oportunidades que han dilapidado los que están al frente ahora y aunque probablemente no sea por esto por lo que vayan a desfilar, tampoco está demás recordarlo.
Concesión de hipotecas
La venta de viviendas y la concesión de nuevas hipotecas está cogiendo tracción. Mes tras mes los datos nos van sorprendiendo. Los de mayo han sido extraordinarios y nos devuelven a cifras no vistas hace tiempo.
Es una muy buena noticia que la compraventa de casas y que las cifras de hipotecas estén creciendo. Los ciclos económicos en España en los últimos cincuenta años siempre han ido de la mano del ladrillo. El punto de partida actual, tras casi quince años de ajuste después del pinchazo de la burbuja anterior, tiene muchos mejores mimbres. El endeudamiento del sector privado y, consecuentemente, la solvencia de la banca, tras el fortísimo desapalancamiento de los últimos años, se encuentra en un punto muy bueno sobre el que se asientan las bases de un ciclo largo y probablemente más sano que los anteriores –por lo menos en sus primeros compases–. En el sector bancario, además, no están por así decirlo los conductores borrachos que fueron unos de los grandes responsables a la hora de cebar la burbuja anterior. También hay que destacar que el sector inmobiliario se ha profesionalizado notablemente lo que también redunda en que tengamos un mejor ciclo por delante.
El mayor dinamismo del sector, además, es condición indispensable para que se pongan las bases para solucionar el problema de la vivienda a futuro. Evidentemente que se construyan más casas es una de las soluciones, aunque desde luego no la única.
Por otra parte, y como está pasando últimamente, el mejor momento de la economía española, tanto en absoluto como desde luego en relativo, se traslada a los mercados. La composición sectorial de los índices europeos y en concreto del español hace que el buen comportamiento de la banca se traslade directamente a la bolsa española.
Tras un largo paréntesis en el que se han concatenado una ristra de acontecimientos en los que España ha sido más o menos protagonista, estamos en los primeros compases de un ciclo en el que volvemos a destacar, pero esta vez por las buenas razones. Los viejos del lugar probablemente se acuerden de que antes de que el mundo dejará de girar como había girado hasta entonces, se daban periodos en los que tanto la economía como la bolsa brillaban con luz propia. Ya estamos ahí aunque a muchos les cueste reconocerlo por el ruido político ensordecedor en el que estamos inmersos. Y lo mejor es que no ha hecho nada más que empezar.
Contrapoderes
Probablemente en unos años cuando echemos la vista atrás nos daremos cuenta de lo bien que han funcionado las instituciones en España en estos años que nos han tocado vivir. Hoy resulta difícil coger la distancia suficiente y más en un país tan cainita como éste.
De el Rey a los jueces pasando por gran parte de la prensa y la sociedad han estado a la altura de las difíciles que nos han tocado vivir. Y aunque se le estén viendo las costuras, todo apunta a que, mal que bien, ha aguantado las embestidas de un desaprensivo dispuesto a cualquier cosa por mantenerse en el poder.
Ahora, sorprende la respuesta de gran parte de la clase empresarial. La respuesta de la mayor parte de los líderes empresariales y de muchas de las asociaciones que representan los intereses de distintos colectivos ha sido tibia en el mejor de los casos. Se puede decir que no han estado a la altura de su responsabilidad. En cierta medida son rehenes de cómo se ha entendido la actividad empresarial en España los últimos años que en muchos casos se ha ejercido a la sombra del BOE. Esas inercias llevan a que esta parte tan importante de la sociedad civil no responda con la contundencia debida ante situaciones como las que se han planteado los últimos años.
En cierta medida es síntoma de que somos todavía una democracia muy joven y un país que ha prosperado mucho en los últimos años en los que no hay tradición de empresas privadas importantes. Superar estos complejos es una asignatura pendiente que ha evidenciado lo que ha pasado, sigue pasando, estos últimos años. Un sector privado fuerte que actúe como contrapoder contra los excesos del gobierno es necesario. Unos lideres empresariales que defiendan claramente sus intereses -o mejor dicho, el de sus accionistas- es síntoma de salud y madurez democrática.
No haber levantado la voz o haberlo hecho de forma muy tímida estos últimos años les ha retratado. Hay algunas honrosas excepciones que se cuentan con los dedos de una mano y que probablemente sea mejor no recordar para que no se lleven alguno de los últimos zarpazos de la bestia moribunda.
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