Ajuste de cuentas

Cordón sanitario

Feijóo tenía razón: la manera de digerir a la derecha populista es que unas instituciones fuertes las integren

El twist de la coquina (11/7/24)

El líder de Vox, Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados efe

«Que Dios nos ayude». Así finalizaba el editorial de 'The Wall Street Journal' del domingo. Ver a la 'Biblia de los mercados' encomendándose a una fuerza sobrenatural no es habitual, incluso en un país cristiano como EE.UU. Sus redactores saben bien que todo ... lo que rodea a un demagogo como Donald Trump es material volátil y explosivo. Sin embargo, por inescrupulosos que sean los líderes populistas, por radicales y equivocadas que sean sus ideas, por básicas que sean las emociones con las que intentan manipular a la gente, la respuesta a su acción política no pueden ser las balas. Esta semana, además, en España ha quedado claro que, cuando existen partidos fuertes, con principios democráticos, los tan cacareados cordones sanitarios promovidos contra la extrema derecha (pero no contra la ultraizquierda), no hacen más que incrementar su fuerza y sus tendencias antidemocráticas.

 

No hay nada que debilite más al populismo que la normalidad institucional. Podemos fue incapaz de mantener el discurso del odio y de las guillotinas con cuatro ministerios y una vicepresidencia. Cuando Pablo Iglesias se dio cuenta de que el sistema lo devoraba ya tenía coche oficial, chalet, mujer e hijos. Robespierre sí supo estar en el poder y cortar cabezas, pero en su momento no lo rodeaba la normalidad institucional. La democracia española digirió eficazmente a Podemos reduciéndolos a lo que eran, una nueva generación de jóvenes audaces que llamaban a las puertas del poder reclamando un sitio. Deberíamos felicitarnos por ello, aunque hayamos pagado el costo de su curva de aprendizaje.

Se le ha criticado al Partido Popular que aceptara llegar al poder en cinco comunidades autónomas pactando con Vox. Y hay quienes creen que esa fue la razón fundamental por la que no tuvo una mayoría más amplia el 23-J. La semana pasada, con la espantada de Vox, hemos asistido a la prueba más decisiva de lo acertada que era esa política atribuida a Núñez Feijóo. En el último año no había un solo derecho fundamental de los españoles que se viera realmente menoscabado por los gobiernos de coalición en esas comunidades. Las críticas a la derogación de las leyes autonómicas de memoria democrática no tienen en cuenta la fuerte oposición a la existencia de una verdad oficial que estas quieren imponer en el país.

Me consta que el PP no quiso apuntarse el acierto de su política de coaliciones autonómicas para no ocasionar, precisamente, una crisis con Vox o darles la oportunidad de desmentirlo con alguna brillante ridiculez. Al final, ha sido Abascal el que ha decidido autoimponerse un cordón sanitario contra el cual apoyarse para crecer electoralmente. El problema es que el mensaje de un partido que pide el voto para engordar y no para gobernar es una amenaza para la democracia. El mensaje es que ellos no son una alternativa sino los sustitutos de lo que hay. Y lo que quieren sustituir es un sistema que los normaliza, procesa y digiere. Un sistema que el tipo que declara ser su némesis no para de erosionar. jmuller@abc.es

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