Una subida fiscal especialmente contraproducente
El Gobierno persiste en el error de subir impuestos, con un ánimo de castigar a las comunidades autónomas con mejores prácticas tributarias
Gregorio Izquierdo
Madrid
El Gobierno, en puertas de una crisis económica y con la recaudación en máximos históricos, impulsada en gran parte por el aumento de la inflación, anuncia nuevas subidas netas impositivas, en vez de apostar por la siempre pospuesta mejora de la eficiencia del gasto público. ... Particularmente nociva es la medida de crear un 'impuesto de solidaridad' sobre grandes fortunas. Es necesario insistir en que el Impuesto sobre el Patrimonio no existe en ningún país de la UE debido a que los muchos países que lo tenían en vigor en el pasado han comprobado que sus efectos negativos sobre la economía superan la recaudación.
Así, en Alemania, por ejemplo, se estimó por el IFO que un impuesto de patrimonio similar al que se plantea para España contraía la actividad en un 5% del PIB, con la consiguiente reducción neta de los ingresos tributarios totales muy por encima de la recaudación de dicho impuesto.
Plantear un tipo de gravamen adicional del 3,5%, que se añade a la tributación en el IRPF de dichos activos, resulta potencialmente confiscatoria, en un contexto de crisis en el que muchos activos tienen pérdidas. Por otra parte, se está limitando la corresponsabilidad fiscal de las comunidades autónomas que habían optado por no tener impuesto sobre patrimonio como sucede en la totalidad de Europa, con el consiguiente vaciamiento del estado autonómico, agravio añadido entre las regiones de régimen común y foral y multiplicación de distorsiones asignativas por el abandono de la corresponsabilidad fiscal. Además, se apuesta por la doble imposición, ya que se están haciendo tributar de nuevo rendimientos que fueron gravados en su día y no se corrigen tributos como el IBI o el IRPF que también gravan la tenencia de activos.
La subida del tipo de gravamen del ahorro hasta el 28% supone que la tributación conjunta de los dividendos entre renta y sociedades llegue a casi el 50%, con el consiguiente encarecimiento del coste de capital de las empresas. Por otra parte, el aumento de la tributación de las plusvalías hasta el 28% supone recuperar el obsoleto modelo de los años ochenta, que generaba un efecto cerrojo en las transacciones y no pocas veces fraude fiscal, que fue abandonado, entre otros motivos, por la entrada en vigor en 1991 de la libertad de circulación de personas y capitales.
La propuesta de limitar la compensación de pérdidas en los grupos consolidados aumenta la tributación efectiva empresarial, vulnerando el principio de capacidad económica en un momento en el que muchas empresas arrastran pérdidas derivadas de la última crisis. Cuando otros países de la UE, como por ejemplo Alemania, han optado por flexibilizar la compensación de pérdidas para fortalecer la solvencia, aquí otra vez vamos en la línea contraria con el añadido de que los nuevos gravámenes planteados para el sector energético y financiero también se han diseñado de manera que no puedan compensarse con pérdidas de ejercicios anteriores.
La medida de bajar dos puntos el Impuesto sobre Sociedades para las empresas que facturan menos de un millón de euros resulta positiva pero insuficiente. Precisamente lo que se necesita es bajadas de impuestos en una coyuntura como la actual, pero para la totalidad del tejido productivo, y cuanto menos para las empresas que facturan menos de seis millones de euros, a las que la propia Agencia Tributaria considera pequeñas empresas. De igual modo, las ligeras mejoras del régimen de autónomos son positivas pero muy limitadas en su cuantía. Por su parte, las elevaciones de los límites de las obligaciones de declarar en el IRPF y la subida de la deducción por rendimientos del trabajo personal van a suponer un alivio parcial, ya que lo que se necesitaba ahora era cuando menos una deflactación íntegra de la tarifa.
En nuestro entorno, otros países como por ejemplo el Reino Unido, están planteando fuertes recortes de la presión fiscal, incentivando el crecimiento y anticipando así su próxima recuperación. Aquí, sin embargo, persistimos en el error de subir impuestos, con un ánimo de castigar a las comunidades autónomas con mejores prácticas tributarias. El efecto de todo ello no va a ser sino una pérdida de competitividad y un empobrecimiento del conjunto de país. El progreso material es consecuencia de superar la pobreza, ya que castigar la riqueza solo nos hace más pobres a todos.
Director general del Instituto de Estudios Económicos (IEE)
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