En el disco duro de Bangalore, el «Silicon Valley» al curry
Con sus edificios futuristas entre chabolas, vacas y el caos del tráfico, esta ciudad puntera en tecnología e informática es el mejor espejo de las chocantes contradicciones de la India
ENVIADO ESPECIAL A BANGALORE (INDIA)
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Iniciar sesiónA Bangalore lo llaman el «Silicon Valley» de la India. Nunca unas comillas han estado más justificadas. A la sombra del futurista palacio de congresos del gigante tecnológico Infosys, una especie de nave espacial de cristal con un hueco ovalado en el centro ... que recuerda a una gigantesca lavadora, una chatarrería compra al peso hierros oxidados, bicicletas viejas, bidones agujereados y todo aquello que ya no sirva. Así de estridentes son los contrastes de la India, a flor de piel en Bangalore.
Ubicada al sur de la India en el estado de Karnataka, de la que es capital, esta ciudad de once millones de habitantes es el corazón de su potente industria informática y tecnológica desde hace tres décadas. Sus numerosos parques empresariales acogen los centros de datos y programación de multinacionales como Cisco, Intel, Sony, Honeywell o HSBC. A principios de los 90, cuando la India comenzó a abrir su economía, aquí se implantaron grandes nombres como General Electric, Bank of America, Texas Instruments y British Airways, buscando la barata mano de obra de sus habilidosos programadores e ingenieros. Formados en los institutos politécnicos que proliferaron en Bangalore en los años 60 y 70 al calor de la industria aeronáutica india, donde los jóvenes más brillantes buscaban un futuro mejor en medio de tanta pobreza, muchos de esos programadores e ingenieros son hoy magnates que dirigen grandes empresas.
Gracias a dichos ingenieros y a su agradable clima, Bangalore atrajo a numerosos emprendedores para montar aquí sus compañías. Es el caso de Infosys, que fue fundada por siete ingenieros en la ciudad de Pune con un capital de 250 dólares en 1981 y dos años después trasladó su sede central a Bangalore. Famosa por su programa de finanzas y contabilidad Finacle, usado por bancos de todo el mundo, Infosys es la segunda mayor compañía tecnológica de la India después de la división informática de la multinacional Tata, su vecina en el parque de la Ciudad Electrónica.
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Oasis de prosperidad
Sus modernas construcciones, como la pirámide de cristal de Infosys junto a su ya mencionada «lavadora», sobresalen entre las humildes viviendas y chabolas de alrededor, por cuyos caminos de tierra pacen las vacas y cloquean las gallinas mientras los niños juegan descalzos. En medio de su caótico tráfico y de la miseria que aún abunda en la India, las industrias tecnológicas de Bangalore, Hyderabad, Gurgaon, Pune y Madrás (Chennai) ofrecen un oasis de prosperidad al millón y medio de ingenieros que se gradúa cada año. Sus sueldos medios oscilan entre los 500 euros mensuales durante los cinco primeros años, lo que les permite entrar en una acomodada clase media, hasta los más de 2.000 con dos décadas de experiencia. Aunque no son cifras demasiado altas en comparación con Occidente, suponen una fortuna en un país donde el 22% de sus 1.400 millones de habitantes vive bajo el umbral de la pobreza. Una competitividad que, gracias a sus conocimientos y dominio del inglés, ha vuelto imbatibles a los ingenieros indios y propulsado dicho sector.
«En 1990, esta industria tenía unos ingresos de menos de cien millones de dólares y 200.000 empleados. En el año fiscal 2021-2022, y sin contar el comercio electrónico, la facturación ascendió a 227.000 millones de dólares, de los que 178.000 millones vinieron de la exportación y 49.000 millones del mercado doméstico. Además, ahora hay 5,1 millones de empleos directos, que generan el triple de indirectos. Un tercio de ellos son ocupados por mujeres, ya que las tecnologías de la información son uno de los motores del empleo en la India», explica a ABC Empresa KS Viswanathan, vicepresidente de la patronal Nasscom, que aglutina a 3.000 compañías del sector.
Representando ya un 8% del Producto Interior Bruto (PIB) indio y un tercio de sus exportaciones totales, el crecimiento exponencial de esta industria se aceleró entre 2000 y 2010 con la globalización y, sobre todo, desde 2015 por la explosión de datos en internet. En 2007, cuando este corresponsal visitó Bangalore por primera vez, su facturación era diez veces menor: 27.500 millones de euros, de los cuales 21.700 correspondían a la exportación y 5.800 al mercado interno. En ese momento, la industria empleaba directamente a 1,6 millones de personas y aportaba un 4,7 por ciento al PIB, la mitad que ahora.
«Durante esa década se avanzó en la externalización de servicios, como se vio en los ˝call-centres˝ que atendían a los clientes en inglés. Dentro de su evolución, ya no solo se dedican a recibir sus pedidos o quejas, sino que ofrecen servicios especializados y se han convertido en centros de contacto para solucionar problemas», desgrana KS Viswanathan el cambio de tendencia en Bangalore. «Antes la industria era unidimensional, pero ahora la India es una potencia en servicios de tecnologías de la información (IT), gestión de procesos de negocios (BPM) e ingeniería informática», se congratula el vicepresidente de Nasscom.
El factor 5G
La transformación continúa por la digitalización que impulsa el crecimiento de internet gracias al 5G, que no se ha visto mermado por la pandemia sino todo lo contrario. «Durante el confinamiento por el Covid en la primavera de 2020, la industria se reinventó en solo diez días para trasladar a casa el trabajo de las oficinas. Antes de la pandemia, el 85% de los servicios venían de ocho ciudades. Ahora se trabaja desde 300 lugares de todo el país», detalla Viswanathan. Mientras la economía india se desplomaba un 8% en 2020 por el coronavirus, esta industria subía entre un 2 y 3% y, al año siguiente, crecía un 15% , el doble que el PIB. «En un solo año se han incorporado 450.000 empleados y la industria crece aunque la economía caiga porque la tecnología está por todas partes y el Covid ha demostrado que no se puede vivir sin ella. Sin tecnología, la India no habría podido poner más de 2.000 millones de vacunas para recuperar la normalidad», razona el representante de Nasscom.
A su juicio, esta tendencia aumentará porque «todos los productos y servicios a nivel global se están volviendo inteligentes y sin contacto, lo que requiere más personal y software. Por ejemplo en los automóviles, las telecomunicaciones, los semiconductores… Esa es la clave del éxito de la industria tecnológica india».
El 22% de los 1.400 millones de indios todavía vive bajo el nivel de la pobreza
Así lo demuestra la trayectoria de Quest Global, que diseña soluciones informáticas y software para ingeniería y máquinas, factura 700 millones de dólares al año y cuenta con 14.000 empleados en 17 países, entre ellos España. Fundada hace 25 años en Estados Unidos por Ajit Prabhu, empezó como una empresa de ingeniería mecánica y tuvo como uno de sus primeros clientes a General Electric (GE). Precisamente, la evolución de esta multinacional marcó el destino de Quest Global, que empezó a despegar entre 2001 y 2002, cuando GE deslocalizó y externalizó algunos servicios.
Formarse con becas
«Nos dimos cuenta de que no podíamos ser solo una empresa de ingeniería mecánica y debíamos evolucionar», recuerda Ajay A. Prabhu, hermano del fundador y presidente de Servicios Tecnológicos. Él es uno de esos ingenieros que salieron de un instituto politécnico público, donde solo había que pagar 400 rupias (5 euros) por la matrícula, y luego estudió con becas. Con 20 dólares en el bolsillo, emigró a Massachussets para hacer su doctorado en ingeniería eléctrica y, tras trabajar primero en HP, volvió a la India y se unió a Quest en 2002. «En ese momento ocupábamos una pequeña oficina en el Viejo Bangalore sobre un mercado de durián», rememora, riéndose por el mal olor de dicha fruta, en la moderna sede de la compañía, a la que se mudaron hace cinco años ocupando ocho de las once plantas de un edificio alquilado en el parque Embassy Tech Village.
Con sus análisis de ingeniería y software de simulaciones de pruebas y averías, Quest presta sus servicios a importantes firmas extranjeras en aeronáutica, defensa, automoción, energía, alta tecnología, salud, ferrocarriles y semiconductores. En este último campo, decisivo para el futuro, la compañía entró hace año y medio diseñando microchips para sus clientes. «Cada máquina se está volviendo inteligente y nos hemos diversificado en la experiencia digital», defiende Prabhu, muy satisfecho con la adquisición en 2011 de la firma española Interface.
Afán emprendedor
Intentando seguir los pasos de Quest Global y otras grandes empresas, en Bangalore abundan los jóvenes ingenieros que tratan de sacar adelante sus proyectos. Tras dejar en 2018 su puesto en Cisco Systems, Surajit Sinha ha fundado su propia empresa, Snehix, para vender una 'tablet' que parece de papel. «Tuve la idea cuando vi que mi hijo llevaba muchos cuadernos a clase. Al contrario que otros aparatos convencionales como ordenadores y 'tablets', esta no emite ninguna luz y su lectura es muy agradable para los ojos. Con una aplicación especial, puede ser usada en colegios y otras instituciones educativas porque hemos digitalizado los libros y permite la escritura con un lápiz digital igual que en el papel. Además, todos los aparatos están conectados unos a otros y a la nube y pueden enviarse documentos y compartir la pantalla», explica enseñando las funciones del aparato, fabricado por una empresa taiwanesa. Tras haber recibido una subvención del estado de Karnataka, esta 'tableta de papel' está siendo probada en un colegio de Bangalore y, por la calidad de su diseño y la facilidad para escribir sobre su pantalla, le aguarda un brillante futuro.
El sueldo medio de los programadores e informáticos en Bangalore es de 500 euros durante los primeros cinco años
Para ayudar a los jóvenes emprendedores, en Bangalore operan numerosas incubadoras tanto públicas como privadas. En una de estas últimas, Ginserv, el joven Abhijit Nair ha montado su compañía, llamada Velectron Labs, para crear una pulsera inteligente que ayuda a la rehabilitación de alcohólicos y drogadictos. «Se llama Adictofree y es una terapia pionera y única que ayuda a los toxicómanos a desengancharse y a seguir el proceso de rehabilitación. Midiendo sus constantes vitales, les da una foto exacta de su comportamiento y riesgo de recaída y les permite pedir asistencia médica antes de que se sientan tentados a abandonar la rehabilitación», cuenta Nair, quien tiene 25 años y diseñó esta pulsera hace tres, cuando todavía estaba en la Universidad.
A sus 33 años, Saurya Mishra, antiguo empleado de Philips, ha fundado la empresa Articulus y desarrollado un robot portátil para operaciones en el abdomen y la pelvis manejado a distancia y en 3D por un médico. Más pequeño y barato que los actuales robots médicos, espera sacarlo en un par de años «para reducir los costes de la sanidad».
Un viaje incompleto
Hace 15 años, a la «lavadora» de Infosys se llegaba a través de una estrecha carretera plagada de socavones sobre la que se estaba construyendo una autopista elevada. Ya operativa, es un gran avance, pero sigue igual de colapsada por el tráfico infernal entre las infraviviendas que la rodean. En medio de contrastes brutales, la tecnología de Bangalore resetea la pobreza de la India, pero le queda tanto camino por delante como el ya recorrido.
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