Tiempos de grandes reformas
Estamos ante lo que Karl Polanyi llamó «la gran transformación», así que necesitamos un nuevo contrato social en el que ganemos todos
Sorprende que siendo el empleo la principal preocupación del 64% de los españoles y que estando nuestro país en pleno proceso de desaceleración, no sea precisamente la economía la gran protagonista de los diferentes debates políticos electorales. Es verdad que nuestra economía es aún sólida ... a nivel macro, pero también es igualmente cierto que esa fortaleza está menguando y que seguimos exhibiendo la segunda tasa de paro más alta de la UE, detrás de Grecia. Además, en materia de empleo tenemos una tasa de paro juvenil y de desempleo de larga duración difícilmente asumibles durante mucho tiempo. Tampoco deberíamos olvidar que nos enfrentamos a un entorno internacional muy complejo debido a la desaceleración de nuestros principales clientes exteriores, el alza del precio del crudo o del dinero y las guerras comerciales, entre otros factores.
Por último, tampoco tendríamos que despreciar el hecho de que nuestra elevadísima deuda y déficit en las cuentas públicas limita al Estado su capacidad de reacción para resolver problemas. De hecho, el año pasado ya una cuarta parte del crecimiento del empleo se dio en los servicios públicos, es decir, se trata de unos trabajos que tenemos que pagar entre todos y que no generan riqueza colectiva porque están basados en más gasto público y, como bien saben países como Grecia, Portugal y, últimamente, Italia, las deudas siempre se pagan.
Frente a esta situación, asistimos últimamente a un incremento de los costes laborales sin un crecimiento paralelo de la productividad de las empresas. Esta circunstancia propiciará a medio plazo un frenazo en la generación de puestos de trabajo, especialmente para aquellos que aportan menos valor añadido a la actividad productiva. En este sentido, se escucha con reiteración el mensaje de que ante situaciones económicas complicadas hay que repartir el empleo. Esto es básicamente una estupidez porque el mercado de trabajo no es una tarta limitada y finita debido a una terrible norma divina, sino que es un concepto elástico y las empresas privadas tienen la capacidad de aumentarlo pero, eso sí, cuando se genera un ecosistema favorable para su actividad en un marco de libre competencia.
De ahí la importancia que se otorga en CEIM-CEOE a retomar cuanto antes una senda de grandes reformas consensuadas políticamente que generen en España certidumbre y seguridad jurídica para incrementar cuanto antes la capacidad de crecimiento de nuestras empresas. No olvidemos que en dos de las tres últimas elecciones generales los resultados provocaron crecimientos de la incertidumbre a nivel interno y, externamente, aumentos en la prima de riesgo. Y desde luego, esas medidas no pueden pasar por incrementar más costes porque las empresas no lo aguantan todo, especialmente nuestro tejido productivo cuya dimensión es muy pequeña.
Los empresarios madrileños consideramos que tenemos que prepararnos muy bien para afrontar el futuro con garantías para todos y esto, probablemente, no pasa por adoptar unas cuentas medidas aisladas o por soluciones sencillas, sino que es momento de grandes reformas modernizadoras.
Abandonemos ridículos escenarios apocalípticos de desempleo tecnológico masivo y medidas como tener que pagar impuestos en función de las máquinas que se utilizan. La historia económica nos enseña que todas las revoluciones tecnológicas han generado siempre más empleo y riqueza. Lo que han producido han sido cambios en la composición sectorial y en la naturaleza del empleo que se ha creado. Precisamente aquellas sociedades donde está avanzando la revolución digital de forma más rápida son aquellas donde el paro es menor y la productividad es más elevada. Un informe del Foro Económico Mundial cifra en 75 millones los empleos que pueden verse eliminados por las máquinas. Pero, al mismo, tiempo, podrían crearse más de 130 millones nuevos, por lo tanto, hay motivos para el optimismo.
Pero para que el resultado neto en España sea positivo tenemos que modernizar nuestro marco de relaciones laborales, la política fiscal, la seguridad social, favorecer la unidad de mercado, adaptar la formación y las habilidades profesionales a las nuevas demandas y rediseñar el Estado del Bienestar, entre otras cosas.
En definitiva, estamos ante lo que ya llamó el pensador vienés Karl Polanyi a mitad de los años cuarenta «la gran transformación», así que necesitamos un nuevo contrato social en el que ganemos todos. La revolución tecnológica, la revolución demográfica y la globalización son razones de peso para desempolvar a Rousseau.
Francisco Aranda Manzano vicepresidente portavoz de la Confederación Empresarial de Madrid CEIM-CEOE