La nueva Europa se tambalea con el primer envite de los mercados

Fitch también se sumó a la corriente de pesimismo del mercado al asegurar que la cumbre europea de la semana pasada «ha hecho poco a la hora de aliviar las presiones sobre la deuda soberana de la eurozona, y que falta de una solución integral a la crisis aumentará las presiones sobre las calificaciones a corto plazo».

Una prueba de que Europa no es ajena a la opinión de las agencias de calificación es que el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, se puso ayer la venda antes de la herida al asegurar que una eventual pérdida de la codiciada «triple A» por parte de la deuda de su país sería «una dificultad más, pero no insuperable». Estados Unidos fue el primer gran país en perder la «triple A» el pasado verano.

Declaraciones al margen, los inversores no terminan de creer que los pactos alcanzados en Bruselas vayan a estabilizar la crisis de la eurozona, sobre todo porque el acuerdo pasa por el aumento del apoyo del BCE a los bancos, que podrían derivar la mayor liquidez hacia la compra de activos, y no por la compra masiva de bonos, como pedía a gritos el mercado.

El propio BCE anunció ayer que la semana pasada compró deuda por 635 millones, casi seis veces menos que en los siete días anteriores, cuando el desembolso fue de 3.662 millones. En este contexto la Bolsa de Milán retrocedió un 3,79%, Fráncfort un 3,36%, Madrid un 3,11%, París un 2,61% y Londres un 1,83%, tendencia que luego siguió Wall Street, cuyo principal indicador, el Dow Jones, cedió un 1,34%.

La prima de riesgo española siguió la misma tendencia, de modo que el diferencial del bono español a 10 años se situó en los 377 puntos básicos, aunque llegó a superar los 400, tras haber cerrado el viernes en 359 puntos. El euro cayó con fuerza y se situó por debajo de los 1,32 dólares, nivel que no perdía desde principios de octubre.

Y mientras la Europa del esfuerzo fiscal sigue azotada por las dudas, la oposición a los recortes se intensifica en Italia. Por primera vez en muchos años, los tres sindicatos mayoritarios, Cgil, Cisl y Uil se unieron ayer en una huelga general de tres horas contra el plan de ajuste de Monti. El lunes el paro tocará a los transportes públicos y funcionarios, y el viernes al sector bancario. Los sindicatos piden menos recorte en las pensiones y rebaja en el impuesto sobre las casas. El moderado Raffaele Bonani, líder de Cisl, manifestó que el ajuste es «una instigación a la rebelión» porque «pagan los de siempre».

Monti explicó a los sindicatos que en ningún caso rebajará el importe de su «decreto salva-Italia» (30.000 millones), porque el país está en situación de «extrema emergencia». Sin embargo, ante la presión sindical y política, la ministra de Trabajo, Elsa Fornero, se mostró disponible a una ligera modificación, congelando las pensiones a partir de 1400 euros, frente al límite mínimo previsto de 936 euros.