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El mito de la energía alternativa
A pesar de Fukushima, será difícil para países como EE.UU. o Alemania sustituir las centrales nucleares por fuentes de producción renovables
guy sorman
La fusión del reactor de la central nuclear de Fukushima el pasado marzo ha tenido secuelas en todo el planeta. En la mayoría de los casos, las reacciones a este desastre tienen motivaciones ideológicas y rara vez están basadas en un razonamiento científico. En lo ... que respecta a la tecnología nuclear, los administradores de Tepco, la empresa de Tokio responsable de los reactores de Fukushima, han sido criticados con razón por usar durante demasiado tiempo generadores obsoletos y mal mantenidos. La nación japonesa, que se enorgullece de su excelente ingeniería, se ha visto humillada ante el resto del mundo. Sin embargo, la reacción colectiva en Japón es la de no renunciar a la energía nuclear. Después de todo, a pesar del casi impredecible tsunami que paralizó los reactores, en Fukushima ha habido pocas víctimas de la radiación: la mayoría se ahogó en el mar, no murió a causa de una explosión nuclear. Lo más probable es que, después de Fukushima, los reactores nucleares en miniatura que estaban previstos antes del tsunami se construyan más pronto. Toda esta tragedia pone de manifiesto lo racionales que son la mayoría de los japoneses: esta opinión también es válida para los países asiáticos vecinos como China y Corea del Sur, que siguen apostando por la energía nuclear.
No es ese el caso en Europa y en Estados Unidos. En Europa, la respuesta a Fukushima resulta ser más ideológica que científica. El Gobierno alemán ha sido el primero en reaccionar de manera exagerada al optar por desactivar todos los reactores nucleares en los próximos años. Esta drástica decisión tiene que ver con la política local, puesto que la supervivencia de cualquier Gobierno alemán depende de los Verdes: los Verdes como partido político y lo verde como credo nacional compartido por la población en general. Deberíamos relacionar esta hostilidad verde hacia la energía nuclear con el tradicional culto alemán a la naturaleza, no a la ciencia. Lo que sustituirá las centrales nucleares alemanas serán más unidades geotérmicas alimentadas con combustible: peor para el calentamiento global, puesto que las emisiones de carbono alemanas aumentarán. Y adiós a la honestidad intelectual, ya que a Alemania no le quedará más remedio que comprar electricidad «sucia» a su vecino francés, que sigue apostando por la energía nuclear. Los franceses siguen poniendo la independencia nacional y la racionalidad por encima del culto a la naturaleza.
Alemania deberá comprar electricidad «sucia» a su vecino francés
En Estados Unidos, la reacción ideológica se parece más a la alemana que a la francesa: puede que EE.UU. no sea tan dado al romanticismo, pero el culto a la naturaleza forma parte de la mentalidad estadounidense, lo que podría explicar por qué los demócratas en el poder están tan comprometidos con las llamadas energías alternativas. La Administración de Obama ha tirado miles de millones de dólares en energía eólica y solar, etanol y otros combustibles alternativos: los expertos de izquierdas se han apropiado de la tragedia de Fukushima como una justificación para estos programas económicamente cuestionables. Podemos apostar que, en ningún lugar, ninguna de estas energías alternativas sustituirá fácilmente al carbón, al petróleo, al gas o a la energía nuclear. Con los precios del mercado, sin subvenciones públicas, en EE.UU. y Europa, una unidad de energía de origen solar o eólico cuesta cinco veces más que una unidad producida con petróleo, gas o energía nuclear. Es más, los defensores ideológicos de las energías alternativas sistemáticamente quitan importancia al impacto medioambiental negativo que estas tienen: para generar un megavatio de electricidad, una turbina eólica requiere 50 toneladas de acero para su fabricación y 1,3 kilómetros cuadrados de terreno. Para satisfacer el consumo de electricidad de California, habría que cubrir todo el estado con paneles solares y tendría que hacer sol todos los días. Por tanto, la energía alternativa es, en esencia, un discurso antimercantil y antiempresarial con un disfraz seudocientífico. Sin embargo, la gran ironía de la actual situación es que, a pesar del terrorismo intelectual ecológico, sí que hay una innovación y un espíritu emprendedor reales, sin apoyo gubernamental, en el campo de la energía no alternativa, como es el caso de los reactores nucleares en miniatura. El avance más prometedor probablemente sean los nuevos descubrimientos de enormes reservas de gas de esquisto (también llamado gas no convencional) en todo el planeta: gracias a las nuevas técnicas de fractura hidráulica y perforación horizontal, es muy probable que el gas de esquisto sea el recurso energético dominante en el futuro. A día de hoy, las reservas de gas conocidas, convencionales y no convencionales, representan 300 años de consumo mundial. El gas de esquisto, cuando se explote plenamente, reducirá la dependencia del petróleo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP); también reducirá las emisiones de carbono. El gas genera 10 veces menos emisiones de carbono que la biomasa o el etanol, recursos que los ecologistas defienden ardientemente. En el futuro, lo más probable es que una mezcla de gas de esquisto y de centrales nucleares responda a la creciente demanda de electricidad de una población mundial que se vuelve urbanita con rapidez.
Ese equilibrio energético renovado afectaría al actual equilibrio de poder mundial. También se da la circunstancia de que el gas de esquisto es abundante en Europa y Norteamérica, a diferencia del petróleo, que suele encontrarse en Estados no democráticos como Irán, Argelia, Libia y Venezuela. Es muy posible que la energía del mañana refuerce el predominio de la democracia y debilite algunos de los regímenes más represivos. En este nuevo contexto geopolítico, los verdes sobrevivirán como un culto o como una receta para el suicidio económico.
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