Japón se hunde en la recesión y deja de recuperarse de la crisis del 97
La segunda potencia económica del mundo sufre la caída de las exportaciones por el frenazo del consumo internacional y la apatía de su mercado interno. Mientras tanto, la oposición presiona al Gobierno conservador para que adelante las elecciones al no resolver los problemas estructurales de la economía nipona
Con su economía renqueando aún por la crisis que sacudió a Asia en 1997, Japón intenta desde 2002 remontar el vuelo, pero el “tsunami” financiero que ha estallado en todo el mundo se ha cebado de lleno con el imperio del Sol Naciente. Dando por ... finalizada la recuperación que había comenzado hace seis años, cuando el Producto Interior Bruto (PIB) del país volvió a crecer entre el 1 y el 4%, la segunda potencia económica del planeta ha entrado oficialmente en recesión esta semana.
Por segundo trimestre consecutivo, la economía nipona se ha contraído, ya que el PIB se redujo un 0,1% a finales de septiembre y un 0,4% con respecto al mismo periodo del año anterior. Por su parte, la caída en el segundo trimestre había sido del 0,9% con respecto a los tres meses anteriores y del 3,7% en comparación con la misma franja de 2007.
Como no podía ser de otra manera, estos datos han supuesto un jarro de agua fría para el Gobierno conservador de Taro Aso, el cuarto primer ministro que tiene el archipiélago en sólo tres años y que, tras acceder al cargo el pasado mes de septiembre, es presionado por la oposición para que convoque elecciones anticipadas.
Pero, desgastado por la corrupción rampante y la incomprensible pérdida de los registros informáticos de 50 millones de contribuyentes, que se pueden quedar sin cobrar sus pensiones de jubilación, el Partido Liberal Democrático (PLD) de Taro Aso prefiere agotar sus posibilidades hasta el fin de la legislatura en septiembre del próximo año.
Para ello, el Ejecutivo nipón intenta desesperadamente enderezar la titubeante economía nipona, lastrada aún por los efectos de la crisis del 97 y seriamente afectada por la caída del consumo interno. Aunque éste aumentó un 0,3% en el tercer trimestre, un elemento clave como la inversión empresarial se desplomó un 1,7% a pesar de la reducción de los tipos de interés por parte del Banco Central de Japón y de los planes de rescate del Gobierno, que supondrán una inyección de dinero público de casi 234.000 millones de euros para incentivar la economía.
Debido al frenazo del consumo en Estados Unidos, la Unión Europea y Asia por la crisis, grandes marcas automovilísticas y electrónicas, como Toyota y Sony, ya prevén una drástica reducción de sus ingresos por la disminución de las exportaciones. Por segunda vez en tres meses, la balanza comercial presentó en octubre un déficit de 666 millones de dólares, ya que las ventas al extranjero cayeron un 7,7%, la mayor reducción desde 2001.
En lo que va de año, el índice Nikkei 225 de la Bolsa japonesa ha perdido el 46% de su valor por las turbulencias financieras. Además, la crisis está empezando a provocar las primeras bancarrotas de empresas niponas desde 2001, como la aseguradora Yamato o la inmobiliaria NewCity Residence Investment.
“Japón se enfrenta a la difícil tarea de mejorar la economía aumentando las oportunidades de trabajo, especialmente para las mujeres e inmigrantes, mientras la crisis empeora y aumentan los problemas fiscales por el envejecimiento y la disminución de la población”, explica a ABC Andrew Dewit, profesor de Política de las Finanzas Públicas en la universidad tokiota de Rikkyo. A su juicio, el PLD “no parece capaz de hacer crecer la economía porque incluso las reformas neoliberales del ex primer ministro Koizumi se basaron en desmantelar los fondos estatales o en liberar el mercado en lugar de comprometer al sector público en el robustecimiento de la economía y en la construcción de una sociedad más justa”.
Con una deuda pública que ya supera el 180% del PIB y cuyos gastos representan un cuarto del presupuesto, Japón no sólo debe hacer frente a los problemas sin resolver de las pensiones, la sanidad, la apertura del mercado laboral a los inmigrantes o su débil inversión en energías renovables, sino también al impacto de una crisis que puede ser mucho peor que la del 97.
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