El desconocido reverso contaminante de la digitalización acelerada
Lejos de ser una realidad éterea, tecnologías como la nube, la inteligencia artificial y el ‘blockchain’ generan una importante y creciente huella de carbono
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Iniciar sesiónNi están en un limbo en el espacio, ni son un ente etéreo y abstracto . Internet, la digitalización y las tecnologías asociadas (la nube, la inteligencia artificial, el ‘blockchain’, internet de las cosas, las plataformas de ‘streaming’, la llegada del 5G) están ... respaldadas por una de las mayores infraestructuras físicas construidas por la humanidad: desde inmensos centros de datos; miles de kilómetros de cables, de fibra óptica, de conexiones; múltiples antenas y torres de repetición de señales hasta nuestros propios routers, portátiles, tablets y smartphone. Toda esa red también emite CO2, un gas de efecto invernadero, como lo hace cualquier otro sector industrial o económico. Diversos estudios coinciden en que genera un 5% de las emisiones globales de dióxido de carbono, más que toda la industria de la aviación. De hecho, el sector digital consume un 3% de la energía primaria global y un 7% de toda la energía eléctrica del planeta.
Son datos que cita el informe «Digitalización con descarbonización», del Real Instituto Elcano, de abril de este año, que hace referencia a otras investigaciones que manejaba el sector antes de la pandemia. Por tanto, es previsible que esas cifras sean más elevadas a raíz del fuerte desarrollo que ha experimentado la digitalización con el Covid. «Ya se habla de que para 2040 producirán el 14% de las emisiones a nivel global», especifica Natividad Buceta, investigadora de OBS Business School y directora de Empathia.
Además, advierte el documento: «Si las emisiones de CO2 derivadas de una digitalización en crecimiento exponencial no se controlan, no se llegarán a alcanzar los objetivos de descarbonización planteados de forma intermedia para 2030, ni incluso para 2050».
El 5% de las emisiones globales parten de las TIC, según varios estudios
Pero esto tiene su paradoja, porque igual que contamina, la digitalización es imprescindible, crucial, para la transición ecológica ya que permite la eficiencia energética y optimizar todo tipo de procesos productivos, de servicios y de sectores industriales y económicos. Así lo reconoce la Comisión Europea y el Gobierno de España. Sirva un dato: según el Foro Económico Mundial, los servicios digitales en toda la economía podrían permitir una reducción del 15% de las emisiones para 2030.
Además, existe otro dato a tener en cuenta: las previsiones dicen que el 66% de la población mundial será usuaria de internet en 2023, 5.300 millones de personas frente a los 3.900 (51%) de 2018. Habrá 3,6 dispositivos per cápita conectados frente a los 2,4 actuales. En este escenario se prevé el crecimiento de IoT, la entrada de la red 5G, mayor desarrollo del ‘blockchain’, la expansión de la inteligencia artificial...
Sobriedad digital
Es la pescadilla que se muerde la cola: si habrá más usuarios de internet, tecnologías mucho más avanzadas que se desarrollarán masivamente y la digitalización se extiende más para conseguir una economía neutra en carbono, también se generarán más emisiones.
Por eso ya se empieza a hablar de sobriedad digital, no solo para que el usuario se conciencie de un consumo más responsable sino también para que las empresas tecnológicas, los propietarios de infraestructuras de redes, de centros de datos, los fabricantes de dispositivos... sean más sostenibles. Se trabaja en alargar la vida de los dispositivos y de las baterías, en fabricar equipos más eficientes y en que los centros de datos y demás infraestructuras digitales se alimenten al 100% de energías renovables, como apunta la investigadora Buceta. «Vamos a tener una internet verde —afirma— que irá desde suministrar energía renovable para los supraordenadores, hasta llevar a cabo una producción más sostenible de dispositivos, pensando en que hay que recogerlos al final de su vida útil y reciclarlos, lo que cerrará una economía circular».
Centros de datos
Los ‘data center’ están en el punto de mira. Se estima que representan alrededor del 1% del uso de electricidad en todo el mundo, lo que equivale al consumo nacional que puede tener un país como España. Necesitan ingentes cantidades de energía para procesar, transmitir y almacenar los datos de este tráfico cibernético en sus servidores, pero sobre todo para refrigerar estos últimos. Se estima que el 50% de su consumo eléctrico es precisamente para enfriar los equipos. «Son grandes edificios de varias plantas que albergan desde un muelle de carga, hasta zonas para baterías, equipos de refrigeración y plantas de hileras de equipos informáticos», explica Óscar Cámara, Product and R&D Manager de la consultora energética Aiguasol.
Los centros de datos consumen el 1% de electricidad en el mundo, es decir el equivalente a un país como España
El objetivo es que se alimenten de energía 100% renovable. «Siempre se pueden instalar aerogeneradores y placas fotovoltaicas que suministren energía limpia. Pero los centros de datos consumen mucha energía y hay que garantizar el suministro, que no falte. Esto no lo pueden hacer las renovables. Es muy importante que no paren por una sobrecarga», considera el Cámara.
También se pretende que mejoren su eficiencia. «Simplemente —dice este ingeniero industrial— con la renovación de los equipos un centro de datos es capaz de hacer el triple de cálculos que los anteriores, con los mismos consumos. L os ordenadores doblan su capacidad cada tres años». Y se quiere optimizar. «Hay data center que están a plena potencia para aprovecharlos al máximo, pero otros se usan menos (centros de datos zombies), están en espera, pero consumen mucho. Se trabaja para balancear la carga entre unos y otros».
La temperatura que llegan a alcanzar estos equipos es una línea de investigación. No pueden sobrepasar los 30 grados . «Se busca ordenadores que puedan admitir temperaturas más altas o se están buscando emplazamientos más fríos para los centros de datos. Es el ‘free cooling’: coger el aire frío del exterior sin tener que utilizar aparatos de aire acondicionado. E incluso existen iniciativas para refrigerar con agua de mar y sumergir los equipos en fluidos adecuados para el enfriamiento por inmersión».
En Europa, gran parte de los data center se han instalado en los países del norte para ahorrar en refrigeración, señala el informe del Real Instituo Elcano. En Noruega está proyectado construir el que será el mayor de todos, Kolos, que alcanzará una potencia de más de 1.000 megavatios en 2027 y una superficie de 600.000 metros cuadrados.
Otras vías de investigación
Y se abren camino nuevos conceptos como ‘Green software’ y la inteligencia artificial verde. «Está más inmaduro cómo se almacenan y gestionan los datos de manera más sostenible y cómo desarrollar las aplicaciones para que su uso sea respetuoso con el medio ambiente. Pedir a un asistente de voz que ponga música requiere un algoritmo de IA que precisa de muchos datos para ser entrenado, saber reaccionar y dar una respuesta. Necesitamos que el propio algoritmo sea más eficiente», explica Coral Calero, catedrática de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad de Castilla-La Mancha e investigadora del Grupo Alarcos. Ella aporta un dato para la reflexión: «Solo entrenar a un ordenador en el aprendizaje de habla humana supone unas emisiones cinco veces superior a las que produce un coche durante toda su vida útil».
En Europa, gran parte de los data center se han instalado en los países del norte para ahorrar en refrigeración
¿Y qué están haciendo las empresas del sector para reducir su huella de carbono? «Los centros de datos están bastante optimizados. Las empresas utilizan renovables para la electricidad y refrigeración», sostiene la catedrática. Grandes como Amazon, Apple y Microsoft, Facebook... han anunciado compromisos para reducir sus emisiones o ser neutros en carbono. Sin embargo, «están comprando garantías de origen y no suministran renovables a sus infraestructuras digitales. Cogen la energía de la red de distribución donde hay renovables y energía de origen fósil», denuncia María Prado, responsable de Energía de Greenpeace. De hecho, un informe de esta organización de 2017 destacaba que solo el 4% de la electricidad que usaba Google era renovable, un 34% en el caso de Microsoft y un 37% en el de Facebook.
Ver una hora de Netflix: 55 gramos de CO2
Se estima que este año, las emisiones de carbono por el uso de internet serían las que puede secuestrar un bosque de 115.00 km2 , el doble de la superficie de Castilla y León, y que el agua necesaria para el procesamiento y transmisión de datos podría llenar más de 300.000 piscinas olímpicas. Solo una videoconferencia emite entre 150 gramos y un kilo de CO2 y requiere entre 2 y 12 litros de agua. Sirva de referencia: un litro de gasolina consumido por un coche emite 2,35 kg (dato del IDAE). Ver una hora de contenidos de Netflix es una emisión de 55 gramos de CO2.
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