El BCE castiga a ahorradores y bancos
El economista Carmelo Tajadura advierte que continuidad de la relajación monetaria del BCE «puede estar provocando mayores daños que beneficios al inducir una mala asignación de recursos y suponer riesgo de generar burbujas»
Los españoles tienen más de un billón de euros en depósitos bancarios con una remuneración en torno a cero. De ese importe, unas tres cuartas partes corresponden a las familias. Los bancos no cobran intereses negativos a los particulares por estos depósitos (aunque sí ... a algunas empresas) pero teniendo en cuenta la inflación, las comisiones e incluso los impuestos (por ejemplo, si se tributa por el patrimonio), está claro que su rendimiento real es negativo. Lo mismo que ocurre en el ahorro destinado a deuda pública (salvo a plazos muy largos) o a fondos mutuos conservadores.
Los propios bancos, sobre todo los menos diversificados geográficamente, también sufren sobremanera con los tipos reducidos y con la curva plana que presentan. Así, aunque se esfuerzan en elaborar planes estratégicos con tipos crecientes en el horizonte para intentar «vender» a los analistas mejores resultados futuros, no logran incrementar su cotización. Un ejemplo es Bankia, cuya propiedad es de los españoles, pero cada vez vale menos . El BCE debería considerar que las entidades financieras europeas, en realidad, están compitiendo con las del resto del mundo por el favor de los inversores o los mercados de capitales. Y, mientras los bancos americanos ganan dinero debido a que tienen unos tipos de interés más normalizados, y no se les exige una base de capital absolutamente desmesurada, aquí en Europa los maltratamos con ambos factores y no son rentables.
Actualmente, los más beneficiados de esta política del BCE son básicamente las familias y empresas sobreendeudadas y los Estados con déficit estructural. Hasta el punto de que, como el crédito cuesta poco y se castiga fiscalmente el ahorro, empieza a haber en España cierta preocupación porque el crecimiento del crédito al consumo en los últimos cuatro años acumula un 53%, y sólo faltaba que volviéramos a las andadas. Y, por otro lado, la reducida carga de intereses hace que los políticos al mando en los gobiernos puedan permitirse financiar los déficits con cierta tranquilidad, sin tener que mantener la adecuada disciplina fiscal ni tomar decisiones impopulares.
La relajación monetaria ha podido ir más allá de lo conveniente
A diferencia de lo que opinan algunos, creo que la política monetaria expansiva de Draghi fue necesaria y fundamental para evitar una catástrofe, especialmente en los países europeos periféricos como el nuestro. Pero el BCE está metido en un túnel de difícil salida. Así, la subida de tipos iba a ocurrir en el verano de 2018, luego al final de ese año, más tarde al final de 2019 y ahora a mediados de 2020. O no. Porque algunos miembros del BCE hablan de que el próximo movimiento podría ser hacia abajo, no hacia arriba.
No se puede negar que la política monetaria expansiva sea útil para evitar la deflación en la eurozona y también ayuda a sostener el crecimiento a corto, aunque no sirve a largo plazo. Pero, quizás por esto, parece probable que la relajación monetaria haya podido ir más allá de lo conveniente, tanto en intensidad como en duración en el tiempo. Y la continuidad de la misma pudiera estar provocando mayores daños que beneficios al inducir una mala asignación de recursos y suponer riesgo de generar burbujas. Además, y en especial, la prolongación de la política monetaria expansiva resulta contraproducente para que los Estados «hagan los deberes», especialmente algunos como, por ejemplo, España. Porque, lejos de utilizar debidamente el tiempo de gracia que ofrece Draghi para tomar las medidas económicas necesarias, se aprovecha la liquidez y el bajo coste de la deuda para retrasar el momento de acometer reformas, y tampoco se elimina el déficit estructural. Sólo los mercados intentan mantener la ortodoxia y castigan las decisiones gubernamentales más desafortunadas, como estamos viendo por ejemplo en Italia.
En Europa hemos desperdiciado los momentos en que se podía haber empezado a subir algo los tipos como sí hicieron los norteamericanos. Ahora, si ellos los bajan y con la economía europea enfriándose, se vuelve a plantear la profundización en los tipos negativos y la vuelta de la QE (aumento del balance del banco central mediante la compra de deuda). Incluso pudiera llegarse a actuaciones aún más heterodoxas, como que los bancos centrales empezasen a comprar acciones, al igual que en Japón. El colmo sería que los bancos centrales se apuntasen a la llamada «teoría monetaria moderna», financiando de manera directa a los gobiernos mediante la impresión de dinero. Esto último ya no sería heterodoxia ni fuga hacia adelante sino una pura aberración.
En fin, la esperanza de ahorradores y bancos es que Draghi acaba mandato en cuatro meses y, si no hay una recesión, quizás veamos luego algún cambio. Eso sí, esperemos que sin «talibanismos» que pudieran llevar el péndulo al otro lado, lo que tampoco resultaría bueno para España.
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