tribuna
Guy Sorman: «Lecciones de los tres Premios Nobel estadounidenses»
«Fama, Shiller y Hansen comparten su rigor metodológico. Sólo trabajan a partir de hechos probados y de estadísticas verificadas»
Guy Sorman: «Lecciones de los tres Premios Nobel estadounidenses»
¿Es una ciencia la economía? Cada año, la concesión del Premio Nobel de Economía hace que vuelva a replantearse esta pregunta teórica. Y este año más si cabe porque el premio lo comparten tres investigadores estadounidenses que no comparten exactamente la misma interpretación del papel de los mercados. ... Eugene Fama , de Chicago, está convencido de la eficiencia absoluta del mercado libre, a pesar de sus riesgos y a fin de cuentas. Por otro lado, Robert Shiller , de Yale, denuncia con frecuencia la inevitabilidad de la especulación que falsea los indicadores y la aparición incontrolable de burbujas inmobiliarias en las que es un experto. Pero todas las ciencias, aunque sean «duras», están constituidas por estos desacuerdos y por conflictos teóricos. Precisamente estos conflictos son los que diferencian la ciencia de la ideología, o de la teología, y permiten avanzar en el conocimiento.
La base de la ciencia es que, sin conflictos, no hay progreso. Lo que tienen en común estos tres Premios Nobel es su rigor metodológico: Eugene Fama, Robert Shiller y Lars Hansen , también de la Universidad de Chicago , solo trabajan a partir de hechos probados y de estadísticas verificadas . Los tres son pragmáticos, a diferencia de los economistas en tiempos recientes, socialistas y keynesianos, que no tenían datos estadísticos a su disposición, elaboraban teorías en laboratorios, forzaban su aplicación y se extrañaban de que la realidad no corroborase su fértil imaginación o directamente lo rechazaban. Observaremos además que los que niegan con más facilidad el carácter científico de la economía pertenecen al bando de los ideólogos vencidos. De hecho, la ciencia económica se ha vuelto totalmente liberal ya que ahora analiza los comportamientos reales de los agentes en los mercados y deja de analizar por completo los comportamientos teóricos o deseables.
Por tanto, la economía tiende a volverse cada vez más racional, con los límites inherentes a todas las ciencias humanas, y en concreto, la dificultad de repetir experiencias in vitro, con excepción, quizás, de Corea del Norte . Falta demostrar si esta ciencia contribuye efectivamente al mayor bienestar de la humanidad, y la respuesta es innegablemente afirmativa. Miles de millones de seres humanos han escapado de la pobreza simple y llanamente porque los Gobiernos, al tomar nota de los conocimientos de la ciencia económica, han pasado de la economía socialista cerrada a la economía de mercado abierta.
En esta búsqueda del progreso humano , ¿qué novedad nos aportan los tres galardonados de este año? Resumiremos su investigación con una fórmula lapidaria y algo simplista: el corto plazo es imprevisible, el largo plazo es relativamente previsible. Por tanto, nadie puede predecir realmente la cotización bursátil de una acción determinada de una sesión a otra. Eugene Fama, concretamente, ha demostrado que el precio de una acción que incorpora los movimientos en el mercado se convierte, por definición, en volátil e imprevisible en el día a día. En cambio, es posible calcular el valor de esta misma acción tras un plazo de uno o dos años sabiendo que este reflejará el beneficio real de la empresa. Partiendo de la estimación de estos valores reales, es -relativamente- posible detectar de antemano las burbujas especulativas, lo que consigue hacer Robert Shiller en el mercado inmobiliario, con éxito, desde hace muchos años. A principios de la década de 2000, a contracorriente de la exuberancia irracional que dominaba la plaza financiera de Nueva York , Shiller observó que la relación entre la cotización de la acción y el rendimiento del capital invertido estaba rota: la burbuja no podía más que estallar pero sin que existiese la posibilidad de prever el Día J, que es aleatorio por definición.
Si nuestros tres premiados aciertan, y los acontecimientos les han dado la razón, las especulaciones bursátiles y demás anticipaciones futuristas, con todos los que las convierten en su profesión (periodistas, agentes de Bolsa, expertos del FMI), resultan un tanto inútiles. La certeza relativa del largo plazo comparada con la apuesta del corto plazo (a veces ganadora, pero como en la lotería) explica por qué resulta imposible, en definitiva, «vencer al mercado», salvo por un corto periodo de tiempo y siempre que se tenga suerte. La última lección de este Premio Nobel compartido es que el único valor económico real solo lo producen las empresas. Eso no impedirá nunca la especulación y los discursos periféricos, pero estos forman parte de la naturaleza humana, de los sueños y de la política, y no de la ciencia económica. Y para un Gobierno, la lección de estos Nobel es aún más clara: tiene que establecer una estrategia a largo plazo y tiene que seguirla, sin ceder ante las exuberancias momentáneas.
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