Tenis
Aryna Sabalenka, la campeona que no se creía a sí misma
Abierto de Australia
La bielorrusa logra su primer título de Grand Slam en un inicio de 2023 impecable: once triunfos del tirón y solo un set perdido, ante Rybakina, en la final
Sabalenka, sólida y firme campeona del Abierto de Australia
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Iniciar sesiónCasi no había caído al suelo y las lágrimas ya bajaban por su rostro. Aryna Sabalenka (Minsk, 24 años) derramó la tensión de su primera gran final, de la consecución de su primer título de Grand Slam, acordándose de dónde venía, de quién era la ... Sabalenka que no terminaba de subir ese escalón que separa a los buenos de los campeones. Ya está ahí, tras dos batallas ganadas, a sí misma, y ayer, a Elena Rybakina (4-6, 6-3 y 6-4, en dos horas y 28 minutos).
La batalla de ayer se resume en un soberbio control del juego, de la potencia de su mano y de los temblores cuando la kazaja, campeona de Wimbledon 2022, intentó captar sus latigazos y transformarlos en veneno a las alturas y los ángulos. Sabalenka, fiel a su guion, dominó los nervios y a la rival. La otra batalla, la interior, fue más compleja, como siempre que uno tiene que retar a los demonios propios.
Pura potencia en el golpeo, a la bielorrusa le entraban temblores en las alturas, cerrado el paso en semifinales de los Grand Slams de Wimbledon 2021 y US Open 2021 y 2022. Desde hace cuatro temporadas era top ten, sí, con once títulos, pero no uno de los grandes, y no se creía. «No comprendía por qué la gente me pedía autógrafos si no era nadie y no tenía ningún Grand Slam. Pero empecé a respetarme a mí misma y a convencerme de que estaba aquí por trabajar duro. Me di cuenta de que sí era una buena jugadora y que podía manejar las emociones en muchas situaciones», explicaba su proceso de cambio. Muy amiga de Paula Badosa, sintió como ella la presión de las expectativas, una carga que le costó mucho asimilar y funcionó como el peor de sus rivales. «Antes perdía un partido y me volvía loca. O si ganaba algo, lo celebraba dos días. Ahora todo lo tomo más tranquilo. Es lo que tiene crecer, que te haces más aburrida», apuntaba antes de empezar este torneo.
También pasó por una transformación técnica, pues se quitó la idea de que las dobles faltas eran cosa de la poca confianza en sí misma y afinó el servicio con cientos de horas de práctica y un especialista biomecánico. En enero de 2022 cometió 21 dobles faltas en un partido -56 en cuatro-; ayer, estrenándose en toda una gran final, fueron siete, con diecisiete saques directos.
Y todo empezó cuando, con seis años, su padre, Sergey, fallecido de forma repentina en 2019 con 43 años, le descubrió una pista de tenis. «Él quería que fuera la número 1». Ya casi lo es. Mañana será número 2, aún lejos de Iga Swiatek, pero sin el peso de las expectativas oprimiéndole el pecho. Ya es una de las mejores: Grand Slam en Melbourne, invicta en este 2023 -once triunfos, un set perdido-; confianza en sí misma y templanza adquiridas. Y el tigre tatuado de su brazo izquierdo, ahí, agazapado pero recordándole quién es y cuánto está dispuesta a luchar por lo que quiere.
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