Shapovalov y el pie frenan a Nadal en Roma

Saltó Shapovalov con fuerza desmedida a la pista central del Foro Itálico. El canadiense golpeaba con virulencia la bola, que como si estuviese atraída por un imán, acababa fuera de las líneas con regularidad. Fue ese ímpetu, sin embargo, el que le hizo reponerse tras un primer juego errático. El norteamericano, muy ofensivo, obligaba a Nadal a estirarse más de la cuenta. Potente y preciso saque, bonitas dejadas del número 13 del mundo .

Ambos contrincantes presentaban armas y el duelo se escribía desde la igualdad, taimados pero con ramalazos esporádicos de pura potencia. Shapovalov buscaba el acelerador y Nadal el freno de mano, el juego largo, la defensa como punta de lanza. El balear consiguió controlar el fogoso raquetazo del norteamericano y, con el paso de los minutos, casi sin darse cuenta los presentes, acabó por decantar el primer set hacia su lado. A Shapovalov , por momentos, se le acababa la gasolina y Nadal, paso a paso, en lo físico y en lo mental, se fortificaba en Roma tras unos meses complicados.

Contra la pared, volvió enrabietado a la pista el canadiense. El comienzo de su segundo set fue un calco del primero, con el saque como principal arma para desestabilizar a su contrincante. Las espinas florales que decoraban los bordes de la pista romana se sumaban a su causa (Nadal sufrió una rozadura en su mano al intentar llegar a una bola) y el duelo entró en ese punto de inflexión en el que la fortaleza mental es la que escribe la fina línea entre la derrota y la victoria.

Lo que ocurrió fue lo que suele ocurrir cuando Nadal está sobre la pista. El marcador del segundo set señalaba 3-0 para su rival. Desde entonces, los astros se alinearon una vez más. El tenista español sacó su depurado manual de resistencia, se convirtió en dique ante el torrente de golpes de Shapovalov y acabó por reanimar el electrónico en su favor. Del 3-0 al 4-4 tras un esfuerzo gigantesco. No se amilanó, sin embargo, el norteamericano, que pese a sudar la gota gorda, remó y remó hasta conseguir sacar el set, cuando la sombra del tie break se cernía sobre él.

El duelo, que comenzó alegre y vistoso, se convirtió en un pantano. Se remangaron los dos tenistas y los juegos caían de forma equilibrada. El esfuerzo hacía mella en Nadal , a quien comenzó a acechar alguna que otra molestia en el pie, epicentro de todos sus demonios físicos en los últimos años. Fue a más y acabó el partido cojeando y con gestos evidentes de dolor. Tras el esfuerzo, dijo basta. Una alarma que llega en el peor momento, a solo diez día del inicio de Roland Garros. « Hoy empecé a sentir un gran dolor a mediados del segundo set y era absolutamente imposible jugar para mí. No quiero quitarle mérito a Denis, se ha merecido ganar y ha hecho méritos para ello», aseguró.