Seve Ballesteros regateó a la muerte… y le salvó la vida a Revilla

«Estalla la muerte», tituló ABC en portada: «A las diez menos diez de la mañana dos aviones de las compañías de Iberia y Aviaco chocaron en la pista de despegue del aeropuerto de Barajas. El Boeing 727 de Iberia, con el hombre de 'Jumilla', con destino a Roma, al llegar a la intersección de las pistas 33 y 0,1 se encontró con el avión de Aviaco 'Vasco Núñez de Balboa', que con 37 pasajeros y 5 tripulantes —todos fallecidos— maniobraba también para despegar, rumbo a Santander».

El suceso afectó de lleno al deporte. Para mal y para bien. Impactó especialmente la muerte de José María Cagigal Gutiérrez (nacido en Bilbao en 1928), pasajero en el vuelo de Iberia. Cagigal ha sido, posiblemente, la figura más importante del deporte español desde la perspectiva académica y filosófica. Sus méritos, innumerables, se resumen en su condición de fundador (año 1961) y director (hasta 1977) del Instituto Nacional de Educación Física, cuyo acrónimo, INEF, da nombre a una rama educativa cada vez más popular, cursada por un número de alumnos creciente cada curso.

José María Cagigal era presidente de la Asociación Internacional de Institutos Superiores de Educación Física (AIESEP) desde 1970, y como tal viajaba a Roma al Congreso Internacional de Enseñanza de Juegos Deportivos, donde debía exponer la ponencia principal, titulada 'El juego como dimensión pedagógica en la Educación Física'. Era doctor de Educación Física por la Universidad de Praga y miembro del Comité Olímpico Español. Además de varios libros, publicó en 1977 un estudio comparado sobre las escuelas de educación física en el mundo, que se convirtió en libro de consulta y le dio fama internacional en su campo. «Cagigal es el hombre que con más altura ha tratado en España la educación física y el deporte», escribió Gilera en ABC.

Su trágica muerte provocó numerosas muestras de condolencia y admiración. «El deporte español pierde a su más grande pensador, ha sido el hombre más didáctico de nuestro deporte —aseveró Juan Antonio Samaranch, entonces presidente del Comité Olímpico Internacional—. Creo que Cagigal ha hecho lo que ningún otro español: investigar la filosofía del deporte y hallar explicaciones a lo que nuestra juventud busca en la práctica deportiva. Para mí, fue primero un gran amigo y un colaborador muy útil en la etapa como dirigente deportivo en España. Estoy consternado».

Romà Cuyàs, secretario de Estado para el Deporte, señaló que «con su entusiasmo, Cagigal lograba crear escuela, captar discípulos y ejercer una gran labor de enseñanza. Es una pérdida muy importante, ya que era el mejor pensador de sociología deportiva, un campo muy descuidado en España. No hay que olvidar que puso en marcha el INEF y todo el aparato docente y de profesorado de aquel centro».

«Cagigal era un gigante. Como el título de su libro ('iOh, Deporte!, anatomía de un gigante') y su trágica e inesperada muerte nos ha dejado a todos un poco desconcertados. Un poco vacíos —escribió Manuel Tarín Alonso, periodista deportivo catalán, en 'El Mundo Deportivo'—. Eso sí: nos quedan sus libros y nos queda su memoria. Que no es poco».

Hubo otro involuntario y destacado protagonista deportivo de aquella catástrofe aeronáutica. En su caso, para bien: «He vuelto a nacer al adelantar un día el vuelo: Parco en palabras, no quiso Severiano Ballesteros dialogar con la muerte en la cita imprevista de Barajas. El supercampeón de golf tenía plaza en el Aviaco de ayer que le llevaría a su Pedreña familiar pero, en un imprevisto, por cosas del destino, por ese 'click' de su Ángel de la Guarda, adelantó el regreso y tomó el avión de la tarde anterior. Feliz de estar vivo, Severiano se mostraba muy afectado».

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El legendario golfista relató en ABC su afortunado cambio de planes y sus sentimientos tras conocer lo acaecido en la pista del aeropuerto madrileño: «Es increíble, ¿sabes? No sé cómo reaccionar, qué pensar. Sólo sé que he vuelto a nacer y que estoy aquí, con los míos, por una decisión súbita. Te lo explico: Yo estaba en África del Sur y, tras ganar el torneo de Sun City, mi hermano Vicente, un amigo llamado Mario Carrilero y yo decidimos quedarnos un día más para ver la ciudad y esas cosas, de modo que así viajaríamos en el vuelo directo Johannesburgo-Madrid y, posteriormente, yo en el Madrid-Santander del trágico accidente, para el que tenía reserva. Íbamos a quedarnos, como digo, pero al levantarnos lo pensamos mejor: '¡Qué concho!, vámonos con los nuestros, aquí no hay nada que hacer'. Y nos metimos en un avión que nos llevó a Lisboa. Desde allí, el martes (6-12-1983) llamé por teléfono a mi amigo Jorge Ceballos, que es un alto cargo de Iberia (Aviaco era empresa subsidiaria de Iberia), y le dije que llegábamos a Madrid al mediodía y que, en consecuencia, me hiciera una reserva para el avión de Santander que sale por la tarde y que anulase la que en principio tenía, porque así conseguía dormir en casa. En efecto, volé a Santander el martes, a las siete de la tarde, y, en consecuencia, he escapado de la tragedia…».

«Estaba desayunando cuando me llamó Jorge Ceballos desde Madrid para contarme lo sucedido. Qué quieres que te diga. Estoy muy impresionado porque duele que estas cosas pasen en nuestra tierra. De verdad, estoy muy afectado. Además, fíjate, tú sabes qué apego tengo a la gente de Santander, muchos de los cuales habrán muerto. No sé cómo explicarte, de verdad Perdóname, pero no puedo hablar».

En 1983, cuando Revilla era diputado autonómico por el Partido Regionalistade Cantabria, José Luis Alvarez, alcalde de Madrid, y Óscar Alzaga le invitaron a una reunión en la capital. «Andaban maniobrando para desgajarse de Alianza Popular –recuerda el político cántabro–. Yo saqué billete de ida y vuelta de Aviaco (ida el día 6, martes, y regreso el 7), pero el martes a las 4 de la tarde el alcalde recibe una llamada y tiene que irse urgentemente. Ahí se acabó la reunión, yo me veo a las 5 en la calle con el otro (Alzaga) y me digo: '¿qué hago yo aquí? Voy a coger un taxi, a ver si me cambian el billete, me voy hoy y así me ahorro la noche de hotel'».

«Llegué a Barajas y fui a la oficina de Aviaco, pero estaba cerrada porque el avión salía en veinte minutos y además no había plazas. Me doy media vuelta y veo a Seve Ballesteroscorriendo hacia el mostrador. Él no me conocía a mí, pero yo le saludé y le dije que ya no había billetes. En ese momento, le ven desde dentro y le llaman. Le confirman que el avión va lleno, pero le dicen que puede viajar en la cabina del comandante. Seve les dice que yo estaba antes y que si no viajo yo, él tampoco. Le miran, se van y poco después vuelve otro tío que me dice: 'el avión va lleno y el señor Ballesteros irá en la cabina del comandante porque es un honor llevarle, ¿a usted le importaría viajar en una especie de asiento de lona?' 'Yo voy en la rueda o donde me lleven', le respondí. Y así viajamos».

«Por aquel entonces yo todavía trabajaba en el banco (fue director de una sucursal del Banco Atlántico en Torrelavega) y al día siguiente (7 de diciembre), sobre las 9.30, viene la secretaria y me dice que no paran de llamar preguntando que si estoy allí. Todas las radios de España daban la lista de muertos en el accidente… y Miguel Ángel Revilla era uno de ellos. Aquello me unió a Severiano de tal manera, que no te puedes imaginar la amistad que llegamos a tener, éramos como familia. Yo estoy aquí por Severiano Ballesteros».