El segundo palo
Para acabar viendo a Tchouaméni de central
«No parece que sea exactamente lo mismo dirigir al Leverkusen que acomodar las posaderas en la silla de ese toro mecánico que es el banquillo merengue»
Trabajo en curso

Pedrerol me preguntó el otro día en 'El Chiringuito' por mi sensación sobre Xabi Alonso: «Estoy expectante», le dije. En realidad no fue tan malo como pudo parecer a primera vista, no quise ser el cascarrabias de la fiesta. La expectación es un sentimiento positivo, ... la esperanza íntima de que algo bueno va a pasar, tiene que pasar. Estaba expectante la noche del 5 de enero, también cuando iba a la Feria del Libro con mi padre, el día que iba a recoger las notas al colegio, con un nuevo Astérix, la próxima novela de John Irving, la última película de Tarantino… Con Alonso me pasa lo mismo, estoy expectante, alerta y en primer tiempo de saludo porque al parecer no soy tan valiente como algunos colegas míos y aún no me atrevo a lanzar todas las campanas al vuelo, me reservo una.
En mi caso la norma suele ser siempre esa, la expectación. Sólo una vez cambié el sentimiento expectante por el ilusionante y fue cuando vino José Mourinho, el mejor entrenador del Real Madrid desde Miguel Muñoz. Con el «hola» ya me tenía Mou. Xabi está en realidad un peldaño por encima de Benítez, Pellegrini o Lopetegui, que no me gustaron demasiado desde el principio, y a la misma altura que Ancelotti o Zidane, que acabaron ganando seis Copas de Europa. Ninguno de ellos, ni los que ganaron mucho ni los que no ganaron nada, provocó en mí la emoción adolescente de aquel portugués que consiguió menos títulos pero que puso la primera piedra del Real Madrid más exitoso de la historia junto al de Di Stéfano.
Y ahí sigo, pasando calor en la habitación de la expectación porque no parece que sea exactamente lo mismo dirigir al Leverkusen que acomodar las posaderas en la silla de ese toro mecánico que es el banquillo merengue.
El éxito anterior no vale para nada en un club muy complejo, sin tiempo que perder y en el que uno debe encontrar esa pizca de suerte para no acabar electrocutado tratando de conectar tanto cable suelto. A mí, que me he vuelto perro viejo, ya no me deslumbran dos entrenamientos, tres carreras y cuatro gritos, quiero títulos. Y, en el Real Madrid, sólo se observan dos, Champions y Liga. Juzgaré lo que vea y este miércoles acabé viendo a Tchouaméni de central. Tampoco cambiaré expectación por desilusión tras un empate ante el Al-Hilal, no soy tan necio. «¿Tiene suerte ese General?», preguntaba Napoleón; «pues si la tiene, directo al frente».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete