Esbozos y rasguños
El que llora el último
Así luego pasó lo que pasó: Vinicius provocó en el último aliento del partido, cuando el empate ya se daba por bueno, la jugada decisiva para que la empujara Bellingham
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Iniciar sesiónUno a veces no entiende demasiado a algunos aficionados al fútbol. Se pasan la vida viendo partidos, viajando por el mundo y aun así no aprenden las normas básicas de supervivencia y etiqueta cuando te vas a enfrentar a un rival temido en Europa. Aunque ... ya solo sea por una cuestión de mera superstición, nunca conviene azuzar al oso. Porque se puede revolver. Y si el oso gruñe, todos se callan. Cuando en los prolegómenos del partido uno de los fondos del Etihad sacó una pancarta llamando llorón a Vinicius ya se intuía que algo podía ocurrir. Por no hablar del gesto de mal gusto de Rodri sacando una foto al tifo (como si no pudiera conseguir luego la instantánea por ahí). Así luego pasó lo que pasó: Vinicius provocó en el último aliento del partido, cuando el empate ya se daba por bueno, la jugada decisiva para que la empujara Bellingham con esa galopada de purasangre inglés y sellar así la remontada blanca. Provocar a los dioses del fútbol tiene estas cosas. El que llora el último, llora peor.
El Real Madrid jugó un partido perfectamente imperfecto ante el Manchester City. Insistió, aguantó y remató. Curioso que sus tres goles llegaran de la manera más insólita posible: con un golpeo en semifallo de Mbappé, con un rechace que le cayó a un recién ingresado Brahim tras regalo de Ederson y con una asistencia accidental de Vinicius. Falló, en cambio, las ocasiones mejor trabajadas (algunas rozando el fútbol de salón). Unas veces vas a por oro y vuelves con cobre, otras vas a por cobre y vuelves con oro.
Decía Scott Fitzgerald que le gustaba beber porque cuando bebía «ocurrían cosas». A mí me gusta que juegue Brahim por razones parecidas. Deja siempre algo especial sobre el césped cada vez que sale en citas importantes: un giro desequilibrante, un toque, un regate. Y trabaja bien sin balón, clave en un equipo de equilibrios imposibles. Da la sensación de ser un jugador permanentemente infrautilizado. Y eso es lo más elogioso que se puede llegar a decir de un suplente: que te deje con ganas de más.
Este City de Guardiola es menos reconocible que nunca, pero tan peligroso como siempre. Su forma de jugar ha cambiado. Resulta sorprendente que, con la baja de Rodri, se haya vuelto un equipo tan diferente al de cursos pasados. Porque la estructura de la plantilla es prácticamente la misma y no está tan envejecida. Puede que sea, precisamente, ese efecto acumulado de los esfuerzos de años anteriores. Se ve a muchos jugadores más desactivados. No parece esa maquinaria perfectamente engrasada que te vencía por aplastamiento, ganando cada duelo en el césped, sin permitir pasar al rival del medio del campo. Lo cual hace que sea un equipo todavía más inquietante porque no lo ves venir.
No sabemos si Ancelotti repetirá once en el Bernabéu (otra pequeña victoria fue no perder a ninguno de los apercibidos de sanción para la vuelta). Tan solo queda una cosa clara para el partido del miércoles: no es necesario sacar ninguna pancarta contra Guardiola. Un bonito mosaico y la cosa va que chuta.
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