Certeza y luz

Siempre había coqueteado con la idea de una retirada temprana. Sin querer alargar artificialmente su carrera. Y todos sabíamos que no es precisamente el alemán alguien muy dado a cambiar de parecer cuando toma una decisión: sigue jugando con el mismo modelo descatalogado de botas blancas (con ese ritual suyo de quemar los herretes), es fiel a ese corte de pelo tan característico con la raya marcada y no miró ni un segundo atrás cuando decidió abandonar el Bayern de Múnich para sorpresa de todos. Solo la selección de su propio país consiguió que reconsiderara su postura inicial. Pero pese a las claras señales enviadas, nos habíamos negado a creer que este era su canto del cisne. «Cosas de Toni», decíamos. «Seguirá un año más seguro». Hasta hoy.

Kroos piensa y habla como pasa: directo, sin adornos, preciso. Mejor en dos toques que en tres. Y mejor en uno que en dos. Por eso prefiere evitar los regates, los quiebros y los circunloquios. Si puede hacer llegar un balón, mensaje o idea de manera certera, rápida y unívoca al otro, perfecto. Así la pelota no se queda en algún charco a mitad de camino. Claridad y rigor ante todo. Certeza y luz.

Hace poco descubrí que se conocen como los «caminos del deseo» a esos caminos alternativos que en ocasiones se llegan a formar sobre el césped en parques y zonas verdes, creados por la erosión de pisadas de quienes quieren evitar seguir un camino establecido, prefiriendo trazar el suyo propio: más rápido, más corto, más cómodo. Así hizo Kroos desde que llegó, tan distinto a todos. Trazó su propia senda, con personalidad, pisando firme. Sin prisas, sin hacer kilómetros de más. Con inteligencia, sentido táctico y precisión milimétrica. Y con una gran imaginación disfrazada de rutina.

Marcó un camino, marcó una época. En dos toques. Dicen que los grandes jugadores nunca se retiran. Solo se desvanecen en la distancia. Sacaremos los pañuelos blancos. Para decirle adiós y para llorar un poco.