Alegría de Miller, impotencia de Quartararo y Márquez, noveno

Comenzó el francés muy fino, muy consistente y asentado ya en las alturas después del sufrimiento de 2020, cuando los focos lo cegaron demasiado y después de ganar dos carreras seguidas, se vino abajo. Había aprendido y por él no iba a haber ningún bajón. Comenzó a rodar en 1.37, rapidísimo desde el inicio . Y enseguida se marchó de todos los demás, cada uno con sus propios objetivos, como el de Marc Márquez: no caerse y ganar sensaciones y kilómetros.

Quartararo ya tenía un segundo y medio de distancia con Jack Miller a mitad de carrera. Y de repente, fundido a negro. La Yamaha dejó de frenar o no tenía agarre o cualquier otra cosa. Después el piloto desveló que había sido un problema en el antebrazo derecho: «Cuando iba con un segundo de ventaja, dejé de tener fuerza en el brazo. Luché seis vueltas contra el dolor para mantener la distancia, pero era imposible, ya no tenía fuerzas. Y era peligroso». Y ese colchón de tiempo se fue quedando en colchoneta, y luego en esterilla y luego desapareció. Vueltas a 1.41. Miller fue el primero en superarlo y, a partir de ahí, todos los demás: Bagnaia, Morbidelli, Nakagami, Mir, Aleix Espargaró, Viñales, Zarco, Márquez, Pol Espargaró, Oliveira y Bradl. Su puesto, final, decimotercero. En los puntos, por los pelos. Y entre lágrimas.

Ahora toca pensar qué podrá hacer para solucionarlo. Ese brazo ya pasó por el quirófano de esa lesión tan común en los pilotos en el síndrome compartimental. Pero el francés no podía ni pensar: «No me preguntéis porque no sé lo que voy a hacer. Mi equipo está buscando alguna solución». La desolación.

Y al otro lado, Ducati celebra otro exitazo . Se decía que sus motos volaban en las rectas, que por eso triunfaban en Catar, con esa recta larguísima donde se comía a los demás. Pero esto es Jerez y es un circuito con requiebros y sin apenas metros lisos. Y ahí está Miller, primero, y Bagnaia, líder del Mundial.