Golf

Jon Rahm: «Olazábal me dijo que Seve me había ayudado y casi lloramos»

El campeón español atiende a los medios desplazados a Augusta horas después de enfundarse la chaqueta verde más famosa del golf

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Jon Rahm mira al cielo en recuerdo a Seve tras proclamarse campeón AFP

Miguel Ángel Barbero

Enviado especial a Augusta (EEUU)

La charla con los medios desplazados a Augusta tras el triunfo de Jon Rahm, ya enfundado en su chaqueta verde, no tuvo desperdicio. El vizcaíno estuvo dicharachero, simpático y, sobre todo, con un enorme control de la situación. Los nervios que no mostró en ... ningún momento del día tampoco salieron a relucir por verse en una situación novedosa para él. La de campeón del Masters.

—¿En qué momento se vio campeón?

—Nunca quise hacerlo. No me quería adelantar a los acontecimientos y sólo cuando di el tercer golpe en el hoyo 18 (el penúltimo del torneo) dejé que mi mente se fuera. No quería creérmelo hasta que lo viera como algo fijo.

—¿Y por qué esperar tanto y no disfrutarlo por el campo?

—Estaba tranquilo, nunca me frustré. Nunca me sentí como si algo estuviera fuera de control, lo que es verdad es que la imagen que se transmite por fuera no siempre es un reflejo de lo que va por dentro. Estaba calmado, frío, tenía el juego bajo control, estaba cómodo con mi juego y tenía fe, pero tampoco quería tentar a la suerte.

—¿Y ese cambio de actitud? Hace años era mucho más expresivo.

—Sigo teniendo mucho carácter y soy explosivo, lo que pasa es que he trabajado mucho este aspecto de mi juego. Dejo que las emociones se queden en el momento y no las debo arrastrar al siguiente golpe. Al igual que no anticiparse al futuro. Tengo muy presente el libro de Rafa Nadal en el que cuenta que en la final de Wimbledon de 2008 contra Federer se permitió pensar en la victoria y acabó perdiendo un set. Y yo no quería que eso me pasara.

—Una vez que llegó al último hoyo, ¿en qué pensó?

—En ese hoyo 18, sobre todo al final, ya dejé que afloraran las emociones. Cuando llevé la bola a la bandera me miré con Adam (su 'caddy'), sonreímos y nos chocamos las manos con complicidad. Y luego, al embocar, sentí la reacción del público y me invadió una oleada de emoción por tantas cosas. Nunca pensé que iba a llorar ganando un torneo de golf, pero estuve muy cerca.

—Siga, siga...

—Es que noté que Seve me empujó desde arriba. Él es una de las razones por las que juego. Si no fuera por esa Ryder del 97, mi padre y yo hablamos de ello todo el tiempo, no sabemos dónde estaría o dónde estaríamos como familia. Para mí ganar en el Masters en el 40 aniversario de su segunda victoria es increíblemente significativo.

Olazábal felicita a Rahm al acabar el torneo REUTERS

—Sobre todo cuando su gran amigo José María Olazábal le abrazó al pie del green y le volvió a recordar su presencia.

—Fue lo primero que me dijo en cuanto nos vimos. Ahí estaba Chema, esperándome con su chaqueta verde, y me habló de Seve y de su ayuda. Estoy seguro de que si hubiera seguido un poco más hubiéramos llorado los dos porque fue una cosa que sentí a lo largo de todo el día. La gente me animaba en cada hoyo y me decía: «Hazlo por Seve».

Un torneo muy español

Con su triunfo del domingo, Jon se convierte en el cuarto español en enfundarse la chaqueta verde, después de Ballesteros y Olazábal (dos cada uno) y Sergio García. Aparte, con seis triunfos, España se convierte en el segundo país en número de grandes títulos por delante de Sudáfrica.

—¿Por qué se les da bien este torneo a los españoles?

—Hay algo en este campo que se transmite a todos nosotros. Es la sexta chaqueta verde y el décimo grande... no sé, me cuesta explicarlo. Ver ganar a Sergio aquí fue increíble y como español te crees que aquí hay algo especial, que es nuestro destino. Que antes ya hayan ganado esos tres grandes jugadores y poder sumarme a la lista es algo increíble. No tengo palabras.

—¿Quizá lo que se transmite por generaciones es el espíritu luchador de Severiano?

—Pues no lo sé, tal vez esté todo relacionado con su determinación, sí. Cuando estoy en un campo de golf sólo pienso que tengo un trabajo que hacer y trato de completarlo de la mejor manera posible. Sé que es algo que todos pensamos, pero cuando te mides cada semana con los mejores del mundo tienes que subir ese nivel de intensidad. Quizá por eso me puedo considerar un luchador, porque no doy un golpe por perdido. No me perdonaría a mí mismo si no me esforzara al máximo en cada disparo.

—El Masters es uno de los cuatro grandes de la temporada. Ya tiene dos, le faltan por sumar a su palmarés el PGA Championship y el Open Británico. ¿Empieza a pensar ya en el Grand Slam?

—Uf, todavía no. Es algo muy difícil de conseguir y ha habido muy pocos jugadores capaces de ganar los cuatro en casi un siglo (Gene Sarazen, Ben Hogan, Gary Player, Jack Nicklaus y Tiger Woods). Y otros grandísimos como Arnold Palmer o Phil Mickelson nunca lo lograron. De los de mi generación, Rory y Jordan Spieth están peleándolo cada año... no sé, vamos a darnos un poco de tiempo y a disfrutar primero de esta chaqueta.

«Sigo siendo explosivo, pero las emociones se quedan ahora en el momento, no las arrastro al siguiente golpe»

Jon Rahm

—Y de estos cuatro torneos, ¿cuál es su preferido?

—No voy a negar que como europeo me encantaría ganar el Open Británico, que fue el que le dio todo su lustre a Seve y al golf español. Pero este Masters es un torneo que se celebra siempre en el mismo campo y que tengo interiorizado desde pequeño. Siempre soñé con colocarme esta chaqueta.

—Esta era su séptima presencia en Augusta y en las seis anteriores había sumado cuatro top 10. ¿Ese conocimiento del campo lo ayudó con la estrategia de la última ronda?

—Sí, por supuesto. Traté de mantenerme agresivo pero con calma, porque, aunque sabía que los pares podían ser suficientes, sí que quería aumentar mi ventaja. Aunque pueda parecer extraño, no deseaba que Brooks Koepka tuviera un mal día, quería competir con él en toda su plenitud. Pero eso no quiere decir que me relajara. Cuando llevaba dos golpes de ventaja quería tener tres, y luego cuatro, por si en el último la jorobaba, como le pasó a Scottie Scheffler el año pasado. Pero afortunadamente no sucedió y pude ganar con comodidad.

—Por cierto, además de dar lustre a su palmarés, va a poder disfrutar durante su vida de la cena de campeones. ¿Ha pensado ya en el menú que ofrecerá el año próximo?

—Será un honor poder jugar aquí de por vida y preparar una cena vasca del norte para que todos la disfruten. El chef José Andrés me va a abrasar todo el año con sugerencias para ese día. Pero aún no lo tenemos pensado con detalle.

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