Piqué y el factor personal
La despedida de Piqué no se explica sin en el factor personal. Nada se explica nunca sin el factor personal, aunque los analistas técnicos suelan ser de la opinión que son sólo detalles frívolos.
Sin el desorden personal Piqué no habría bajado el rendimiento deportivo y no habría sido cuestionado. Salir cada noche con los más jóvenes del equipo acaba como acaba, y hoy ni Riqui Puig ni Gerard Piqué son jugadores del Barcelona. El factor personal -en este ... caso, su carácter- que le ha hecho pensar siempre que es más listo que los demás, le ha permitido empezar a construir un cierto entramado empresarial con notables expectativas, pero ha perdido en algo mucho más fundamental con otra que alardea la mitad precisamente porque es el doble de lista que él: Shakira se quedará a la práctica con la custodia de sus hijos, que vivirán con ella en Miami. Y aunque Piqué podrá visitarlos cuando quiera, es una puñalada trapera para cualquier padre vivir a un océano de distancia de sus chicos. Para cualquier padre normal. ¿Pero lo es realmente para el excentral?
En el acuerdo matrimonial (otra vez, factor personal), Saki y Geri habían pactado que durante los años de esplendor del chico fijarían su residencia en Barcelona, y que cuando llegara el momento de exprimir las últimas ganancias en una liga inferior, optarían por la americana y fijarían su residencia en Miami, una ciudad más interesante para los objetivos profesionales de la carrera de la cantante. De modo que el cambio continente no se puede atribuir a la venganza de la despechada, sino que responde a un plan de vida previamente acordado.
¿Por qué lo acepta Piqué? Tras todo lo que ha pasado desde el verano -entonces se llegó a especular con que podría fichar por el Inter de Miami-, y por el tono de su despedida, no parece factible que el jugador continúe en activo, ni que fije su residencia en los Estados Unidos. Haber abandonado el Barça, y por lo tanto la obligatoriedad de tener que estar en días y horas concretos, le permite realizar cuantos viajes a estime oportunos. Pero hay otro hecho (de tan personal, personalísimo), que ha influido en la rendición de Piqué, y es que está empezando su apasionada relación con la joven camarera Clara Chía. El exjugador del Barça dice que ha cedido para proteger a sus hijos, cuando en realidad se los ha sacado de encima para protegerse él de ellos y poder vivir su romance en paz. No es que Piqué deseara que se marcharan a Miami, pero ya le va bien tenerlos controlados con su madre e ir a visitarlos un par o tres de veces al mes, mientras en Barcelona se asegura la total libertad para gozar de su chica, sin tener que alternarla por días o semanas con sus hijos, y sin que los pequeños tengan que aguantar rumores en el colegio de las proezas de su padre en las discotecas. Además, el reloj biológico le está dando a doña Clara la hora exacta. Tanto, que hay rumores -no confirmados- en la línea de que podría estar ya cuajada la buena esperanza.
La pareja tiene previsto pasar a partir de ahora largas temporadas en Andorra. A Piqué se le ha puesto entre ceja y ceja que su club ascienda a Primera y quiere estar muy encima del día a día de la entidad. Tal es su empeño que si no lo consigue esta temporada, estaría dispuesto a implicarse volviendo a jugar él mismo la siguiente, y armando a su alrededor a un equipo potente.
En segundo plano, el empresario Carles Vilarrubí se ha puesto ya a reunir a los inversores que Piqué va a necesitar para comprar el Barça cuando su quiebra -que ya es tal- sea imposible de disimular. «Volveré».
Piqué ha aparecido como el que cede pero no ha cedido. Simplemente ha dejado que Shakira le hiciera el trabajo sucio. Aparecer como víctima es siempre lo más estratégico en Cataluña, y a Piqué le conviene, después de tantos años de haberse pasado de listo. El detalle catalán no ha faltado en la rúbrica, y «el central mejor pagado del mundo» ha conseguido colar una cláusula según la cual los viajes que realice a Miami se pagarán «con la cuenta común». Es posible que algún día Piqué vierta alguna lagrimita contando el dolor por la distancia a la que viven sus hijos. Serán lágrimas parecidas a las del día del referendo ilegal en Cataluña, o a las que coronaron su despedida en el Camp Nou después de haber atracado hasta la ruina al «club de mi vida». No duden de que por dentro estará calculando algo completamente distinto, y como siempre, partiéndose de la risa.