Fútbol de verdad

El fútbol no es una mentira, desde luego; si acaso, una equivocación de alguno de los principales protagonistas. El fútbol es una verdad palmaria ajena a las reflexiones de Solzhenitsyn, que decía: «Sabemos que nos mienten. Saben que nos mienten. Saben que sabemos que nos mienten. Sabemos que saben que sabemos que nos mienten. Y aun así, nos mienten». A qué me recuerda. Y a quiénes. No, el fútbol no es eso.

El fútbol es la alegría desbordada de Macron, luego deprimido, y una imagen animada de 22 tíos (11+11) que corren como posesos en pantalón corto tras una pelota… Demasiado simple. El fútbol es la pasión argentina, la fe de Messi, y la inspiración de Mbappé en momentos críticos. El fútbol es asistir a la transformación de dos jugadores mediocres en deportistas esenciales, como Nahuel Molina y Rodrigo de Paul, para mayor desesperación del Atleti. El fútbol es pensar a finales de noviembre que como Brasil no hay ninguno y comprobar el 18 de diciembre que brasileños, alemanes, ingleses y españoles sucumbieron inesperadamente. El fútbol es que cuando en una final entre Argentina y Francia parece que la vigente campeona va a repetir título, porque a priori es superior, son los argentinos quienes empiezan a dar las puntadas de la tercera estrella y la bordan desde los 11 metros.

Lunes 19 de diciembre (2022), en el Metro nadie habla del bloqueo del Poder Judicial —me parto, me troncho y me desco… yunto, señora ministra—; hoy, como casi siempre, el fútbol es la cuestión, como esos tres goles de Mbappé en la final del Mundial, más la constatación de que Messi es el profeta que comparte mesa y mantel con Maradona y Pelé, con Di Stéfano y Cruyff. Llorará Argentina por él – «don't cry» por Cristina– cuando se retire y verterá lágrimas de cocodrilo Deschampspor despreciar a Benzema incluso a destiempo. Mbappé es muy bueno, sí; pero como Messi no hay ninguno.