Pese a tener una destacada carrera como colegiado, su figura quedará para la historia por ser quien inició la tradición que rige hasta hoy en España de nombrar a los árbitros por sus dos apellidos. La coincidencia de su primer apellido con el del dictador Francisco Franco provocó, a finales de la década de los sesenta y principios de la década de los setenta –cuando aún se conocía a los árbitros únicamente por su primer apellido–, titulares incómodos para el régimen, como «Franco se carga el partido» o «¡Qué malo es Franco!». Para evitarlo instó a los estamentos arbitrales y a los medios de comunicación a designar a los colegiados por sus dos apellidos.
El conflicto que su apellido generó fue la razón por la que ha pasado a la posteridad arbitral, pero para su carrera supuso un gran contratiempo. Pese a ser uno de los mejores colegiados del panorama nacional, tenía prohibido pitar los encuentros de mayor importancia, como las finales de la Copa del Generalísimo (actual Copa del Rey). Francisco Franco acudía a estos partidos y el régimen no podía permitirse que se profirieran insultos contra su apellido aprovechando la presencia del colegiado. De hecho, hasta el fallecimiento del dictador, Franco Martínez no dirigió una final copera (arbitró tres, en 1978, 1980 y 1984).
Además, su apellido llegó a suponer un peligro para su vida, al convertirse en objetivo de la banda terrorista ETA. Antes de pitar un Real Sociedad-Athletic que tendría lugar en Atocha, el Comité Técnico de Árbitros le citó en la Catedral de Murcia. Franco Martínez pensó que se trataba de un intento de soborno y por ello acudió acompañado de Manolo Cerezuela, presidente del colegio murciano de árbitros. Sin embargo, la indicaron que debía ponerse enfermo para no acudir al partido, dada la consigna de los terroristas: «Primero mataremos a este Franco y luego al de Madrid».
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete