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Esbozos y Rasguños

La pausa

Saber parar es lo que diferencia a los buenos de los mediocres: en política, en el toreo y en el fútbol

Problemas estomacales

Javier Aznar

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En enero de 1986, Ronald Reagan tuvo que afrontar una misión tan complicada como poco grata: dirigirse a la nación explicando el accidente del transbordador espacial Challenger, que había explotado en el cielo, en riguroso directo, frente a millones de espectadores. El discurso televisado, de ... apenas cuatro minutos, fue de una factura impecable, una clase magistral de cómo convencer y conmover que todavía a día de hoy se sigue estudiando y analizando entre los que se dedican a la comunicación política. Impresiona, años después, la cadencia y el ritmo con el que Reagan se dirige a los estadounidenses, todavía en estado de shock. Mostrando compasión y liderazgo al mismo tiempo. Desde entonces se habla de lo que se conoce como la «pausa Reagan»: a pesar de sentir todo el peso de la nación sobre los hombros y en medio de una tragedia, uno puede hablar con claridad, sin prisas, sereno, sabiendo esperar unos instantes para lograr que el mensaje cale y suene auténtico. En otras palabras: ser un líder.

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