Rüdiger enloquece a Alemania

Respetó a los georgianos, pero desde que Alemania superó el escollo de Dinamarca y España apareció en el posible horizonte, el central madridista ya mostró su deseo de verse las caras con La Roja. «Claro que me encantaría jugar contra España, pienso que sería un gran partido y tengo tres grandes amigos ahí», señaló Rüdiger en la zona mixta del Signal Iduna Park de Dortmund. El central representa la pasión, el liderazgo, la entrega. En su club y en su selección. Por eso Alemania se ha entregado a Rüdiger, colmándolo de elogios como en el Real Madrid.

Su exhibición ante la 'Dinamita Roja' no dejó indiferente a nadie. Fue elegido el MVP con unos números estratosféricos. Hasta la UEFA calificó de «colosal» su partido, avalado por sus estadísticas: ganó el 100% de las disputas, el 100% de los cortes al suelo y el 100% de los balones aéreos. Además, recuperó la pelota en siete ocasiones, con cuatro bloqueos y dos intercepciones, además de no ser regateado ni una vez por los daneses. Con el tiempo añadido, desató la pasión entre millones de compatriotas al irse al suelo en el tiempo añadido para evitar un gol danés. Su celebración por evitarlo fue propia de un tanto del triunfo en el último suspiro.

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Su estado físico genera cierta alarma en la selección de Jules Nagelsmann. Su memorable aportación ante Dinamarca, jugando los 90 minutos, tuvo lugar pese a que solo realizó un entrenamiento con el grupo. Acabó tocado el último partido de la fase de grupos, con evidentes gestos de dolor mostrados en la celebración del tanto casi sobre la bocina Füllkrrug. Después del jolgorio, el central se quedó tendido en el césped, precisando ayuda de sus propios compañeros para estirar sus piernas. Incluso tras ese empate ante los suizos, Nagelsmann comprometió el futuro de Rüdiger no solo en los octavos sino también en el resto del torneo. Pero Antonio tiene que estar muerto para no jugar. El escáner que se le realizó no reveló ninguna lesión muscular, más allá de la típica contractura o sobrecarga. «Sabía que llegaría al partido. Me siento muy bien. Acabo de recibir un golpe en la otra pierna, pero estoy bien. Ahora nos relajaremos», apuntó el protagonista con una visible cojera.

Es un tipo especial, un gigante que hace equipo y que se adaptó al vestuario del Real Madrid de forma sorprendente. A sus 31 años, es el terror de los propios compañeros por esas efusivas celebraciones en las que reparte cachetes a diestro y siniestro. Un ídolo del madridismo y de su selección, capaz de presentarse en plenos actos institucionales para conmemorar la 'Decimoquinta' Copa de Europa blanca al grito de «¡el loco ya está aquí!» que resonó en la plaza madrileña de Puerta del Sol. Puede ser que le falte un tornillo, pero transmite energía, esa que tanto reclama Carlo Ancelotti, y carácter ganador. Llegó de puntillas al Real Madrid la temporada pasada, libre tras concluir su compromiso con el Chelsea, para supuestamente ser un actor secundario respecto a Militao y Alaba. Pero llegaron las lesiones de los titulares y Rüdiger fue clave en una temporada histórica.

Alemania, a la que ha defendido en 73 ocasiones con tres goles anotados, está en cuartos ocho años después y en parte se lo debe a este berlinés nacido en Neukölln, un humilde barrio de inmigrantes. Su madre, Lily, es una refugiada de Sierra Leona que tuvo que escapar de la guerra civil que se desató en el país en 1991. Llegó a Alemania y allí es donde tuvo a Rüdiger. Nada mejor para mantener los pies en el suelo que viajar con cierta frecuencia al pobre país de sus padres, de sus orígenes. Tiene una fundación que ofrece ayuda constante al país. Lo explicó en una entrevista en el 'As'. «Es genial ir allí. Ahí soy yo el que se convierte en un gran modelo para los más pequeños. ¿Sabe? En Europa la gente se queja mucho de estar estresada. Y vas allí y ves qué es realmente el estrés. El estrés es no saber si vas a comer al día siguiente. Te das cuenta muy rápido, y dices: 'Gracias señor por la vida que me has dado'».