El Valencia sale con vida de Mestalla y se la jugará en Amsterdam

No veía el momento de terminar de achicar agua el Valencia, exigido por un Chelsea académico se mire por donde se mire: la tiza la tiene un profesor con hechuras de catedrático, Frank Lampard , y enfrente cuenta una ristra de jóvenes proyectos a los que la lección les está sentando de maravilla. Ayuda también la presencia de graduados como Azpilicueta, un baluarte con manda en plaza, brazalete incluido, con el que ir a cualquier guerra. En la que acogió Mestalla la munición parecía no haber llegado a las trincheras locales, sofocadas tras un inicio tembloroso. Willian y Abraham tuvieron en sus cabezas el descorche gracias a la insistencia del novel James apareciendo desde la derecha.

Todavía no se llenaban de aire los pulmones del Valencia cuando Maxi Gómez se encontró con un gol cantado que quedó colgado del muro de las lamentaciones después de un cortocircuito mental del uruguayo, difícilmente se puede explicar si no que ni siquiera acertase a impactar con una pelota tan dulce. Pese a todo, la calamidad dio paso a una imagen que explica la identidad de este Valencia, esas filias y fobias a las que se les ha echado, como si fuera gasolina, un cúmulo de turbulencias en forma de modificaciones del organigrama deportivo que no han echo más que enrarecer un ambiente suficientemente viciado por naturaleza. Rodrigo, al estilo Simeone, aplaudió con rabia para reclamar lo mismo de su público, entregado como estaba al abucheo de los suyos.

Lo de Rodrigo , se palpa en el fútbol, es en cierto sentido el complemento médico al termómetro que para el Valencia es Parejo. Sumó toques el de Coslada y lo agradeció el equipo de Celades, más dispuesto a empujar que a jugar si no es su capitán quien se echa a los pies el asunto. Los mejores minutos chés los coronó un balón filtrado por el internacional con España que volvió a citar a Maxi con el gol. Esta vez fue Kepa quien le sirvió la disculpa.

Abonado al perdón, el Valencia se topó de nuevo con la insistencia blue. Manejaba Jorginho los balones que añoraba Parejo mientras Kanté y Kovacic enfilaban el área y Pulisic rajaba la defensa a golpe de conducciones. Abraham, a ratos impreciso, servía pelotas de cara cuando tocaba jugar directo, tibios Garay y Paulista con el inexperto punta inglés, en racha como segundo máximo realizador de la Premier. Precisamente ante el nueve del Chelsea le salió a Cillessen una de las paradas de lo que va de Champions, descomunal mano del holandés.

El partido era cada vez más una alternancia de situaciones peligrosas, y le tocaba al Valencia. Soler aprovechó un gran centro de Rodrigo y el arrastre del pobre Maxi para hacer el primero con un remate como poco rocambolesco. Barajadas las cartas, apenas llevó un minuto, Kovacic mandó la partida al descanso con empate en una acción en la que Ferrán, permisivo y Cillessen, mal tapado su palo, pudieron hacer más.

Sin Abraham, lesionado, poco cambió más allá del ingreso de un viejo conocido a orillas del Turia, Batshuayi. A falta de juego, también de plantilla, medio equipo en la enfermería para un duelo definitivo en la escalada hacia los octavos de final, el Valencia se dejaba la vida en cada pelota. Y Pulisic , el más listo para cazar un balón rebotado en el área local, le quitó parte de la que le quedaba.

Rodrigo tuvo el 2-2 en un error de Christensen que le dejó con el balón en los pies y la portería vacía. También Parejo , lanzador de un penalti meritoriamente detenido por Kepa, tan fino con los guantes como fallón con los pies. La ansiedad se presentaba en Mestalla y nadie quedaba a salvo, devorada la escena por la seguridad de que no alcanzar la fase eliminatoria de la Liga de Campeones supone un agujero en las cuentas que habrá que solucionar despidiéndose de alguno de sus niños bonitos. El «mírame, mírame, está bien» con el que Costa consolaba a un Ferrán abatido en el banquillo resumía el sentir de un club entregado al desasosiego.

El desconsuelo echaba ya raíces en Valencia cuando ese no sé qué que abortó goles y mas goles hechos introdujo en la portería de Kepa un centro impreciso de Wass , uno de los más perdidos en una tarde de psicosis. Retumbar de tambores y vuelta a las armas, apretó y jugó mejor el equipo del murciélago, aunque los puntos desfilaban por un hilo. Habrá quien lo explique amparándose en que el empate es bueno para el Chelsea, que recibe a un Lille sin opciones en la última jornada mientras que el Valencia tendrá que pegarse con el Ajax en Amsterdam. Conjeturas, en fin, para racionalizar un grupo que ha demostrado no tener guion al que agarrarse.