copa del rey

La seriedad ensordece el ruido

Partido sólido y firme de un Madrid que fue superior a un Sevilla ardoroso, pero apresurado e impreciso, siempre a remolque del equipo de Mourinho

AFP

JOSÉ MANUEL CUÉLLAR

Al final solo queda el juego. Esa es la verdad. Se puede llamar a las armas, a la épica, al corazón y a la garra por encima del corazón, pero en el tapete verde lo que cuenta es el fútbol. Incluso, el llamamiento al ruido ... puede ser tan ensordecedor que acabe por nublarte la vista. [Narración y estadísticas]

Algo de esto le pasó al Sevilla. Tanto vídeo, tanto follón y cuando rodó el balón su aceleración fue tan fuerte que se olvidó de la pausa, de elaborar, de crear el fútbol suficiente para ir desmoronando la muralla madridista. Porque sí, Mourinho fue defensivo. Se olvidó de la historia, que no gana partidos, y metió trivote con una sola intención, que Khedira y Lass ahogasen las bandas sevillistas, dardos que acaban por agujerear a las defensas rivales. Pero Mourinho lo evitó, pobló de gente el medio campo, presionó mucho en los costados y el Sevilla se atascó.

Con los andaluces atacando a impulsos entrecortados y el Madrid ocupado en tapar huecos, el partido entró en una dinámica de fealdad extrema. Nadie sobresalió en la creatividad más que con pinceladas, solo que las del Madrid le valieron un gol y las del Sevilla, más escasas, no le dio botín alguno.

Y en esas estaba el choque, con rumor sordo en la batalla central, con codazos, tacos en los tobillos y feas entradas cuando apareció un tipo al que nadie esperaba. El patito feo de Benzema. Olvidado por todos, a punto de ser sustituido por una torre de ébano, surgió de entre las brumas para crear una obra de arte, una de esas piezas que solía esgrimir en Francia y que se le olvidó en el trasvase a Madrid.

Recibió un balón del de siempre, de Ozil, que es una maravilla andante, y luego él se lo hizo todo. Un regate por dentro, un recorte para fuera y un remate suave y colocado abajo, donde no llegó Palop. El Sevilla reaccionó con furor desmedido, incluso con ira en algunos como Luis Fabiano, que pierde los papeles según se le crucen los cables de la azotea. En el empujón ciego pero crudo del Sevilla, el equipo de Manzano pudo empatar en el suspiro final, pero Albiol la sacó en una posición en la que no se sabe a ciencia cierta si el balón entró cien por cien o 99 por ciento . Un balón en el que uno de 1,70 en vez de 1,90 no habría podido sacarlo. Una cuestión de milímetros en lo que cualquier decisión podía ser equivocada puesto que incluso con vídeo ralentizado cien veces no se aclara la oscuridad.

Tacos a granel

En la penumbra que era el partido, el Madrid sacó tajada porque fue más serio, más ordenado firme y coordinado. En el Sevilla todo era algarabía y descontrol, perdido su medio campo y expuesto a las contras cada vez más peligrosas del Madrid, que amenazaba en cada galopada. Ante eso el Sevilla tiró de taco en un rosario de patadas que siempre pillaron al mismo: a Cristiano, al que acribillaron en un alterne continuo de golpeadores que evitara la expulsión. Escaso fútbol y mucho músculo, poca cosa para el equipo de Mourinho, que era más firme, tenía las líneas más unidas y se hacía fuerte en un medio campo presionante y difícil de desmoronar.

En la traca final el Madrid estuvo más cerca de darle el finiquito al rival que el Sevilla de nivelar el choque. Demasiado apoyado en el músculo, los andaluces se fueron partiendo en mil pedazos. Dejaron de llegarle balones a Navas, a Kanouté, a Luis Fabiano y cada balón robado que llegaba a Ozil era un peligro letal, con muchas papeletas para llegar al final de la historia.

Entre el alemán y Cristiano fallaron el gol más tonto del año y el Sevilla se iba salvando casi de milagro, por un extraño azar del destino. Pero eso no le dio para nada más que evitar males mayores. Lo poco que apretó el Sevilla al final se encontró con la muralla de los dos centrales del Real, excelentes ambos todos el choque.

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