China, nuevo «El Dorado» para los futbolistas extranjeros

Hasta ahora, el fichaje con más renombre de la Superliga, la máxima competición en este país, es el francés Nicholas Anelka , que a sus 32 años milita desde enero en el Shanghái Shenhua. Contratado por dos años, el diario galo L´Equipe calcula que su ficha podría llegar a los 11,4 millones de euros por temporada .

Como se rumorea desde hace meses, a Anelka, uno de los protagonistas de la octava Champions del Real Madrid en 2000, puede unirse su antiguo compañero del Chelsea Didier Drogba . Aunque el jugador de Costa de Marfil tiene ya 34 años, acaba de darle al equipo inglés la Champions que tanto ansiaba el magnate ruso Roman Abramovich y el Shanghai Shenhua le ha prometido 300.000 euros semanales frente a los 98.000 que ofrece la Juventus .

“El club está haciendo todo lo posible para traer a Drogba”, reconocía la semana pasada el nuevo entrenador del Shenhua, el argentino Sergio Batista , que ganó el Mundial de México 86 con Maradona y como técnico llevó a su selección olímpica al oro de Pekín 2008. Tras menos de cinco meses en el cargo, Batista sustituye a Jean Tigana, otro histórico del fútbol galo que, junto a Platini, arrebató la Eurocopa del 84 a la España de Arconada, Camacho, Maceda, Gordillo, Santillana y Carrasco. Tras la destitución en abril de Tigana, se había hecho con las riendas del equipo el propio Anelka, que no ha visto con buenos ojos la llegada del nuevo entrenador.

Además de Camacho, seleccionador nacional de China desde el pasado verano, el último en llegar a la Superliga ha sido Marcelo Lippi, quien se ha puesto al frente del Guangzhou Evergrande , líder de la competición y orgullo deportivo de Cantón, la próspera capital de la “fábrica global” situada al sur de China cerca de Shenzhen, Hong Kong y Macao. Avalado por el Mundial que ganó Italia en 2006 y los cinco Scudettos de la Juve, Lippi cobrará unos 10 millones de euros anuales para “llevar al club a un nivel superior, sin importar los resultados”.

Junto al Shanghái Shenhua, al que no acompañan los resultados esta temporada, el Guangzhou Evergrande está tirando la casa por la ventana para nutrirse de estrellas. Hace dos años, batió un récord al fichar al brasileño Miriqui por 2,7 millones de euros, pero poco después convirtió al desconocido centrocampista argentino Darío Conca en uno de los jugadores mejor pagados del mundo al abonarle 8,1 millones por temporada. Curiosamente, ninguno de los dos es internacional con sus respectivas selecciones.

Procedente del Borussia Dortmund, donde ha cosechado las dos últimas Bundesligas, el próximo en incorporarse a esta lista dorada del Guangzhou Evergrande es el paraguayo Lucas Barrios , que también ha recibido una oferta astronómica para dejar Europa y probar suerte en el todavía poco competitivo fútbol chino.

En consonancia con el declive económico de Occidente y el auge de Asia, acelerado además por la crisis, tras los clubes chinos se hallan adinerados magnates que no dudan en invertir miles de millones de yuanes al más absoluto fondo perdido. Hundido por los constantes escándalos de corrupción, el fútbol chino ha ido perdiendo seguidores de forma alarmante . Con 45.000 espectadores por partido en el estadio de Tianhe, el Guangzhou Evergrande es el equipo con mayor hinchada, mientras que el Shanghái Shenhua apenas atrae a 10.000 espectadores en cada encuentro. Sus ingresos, estimados en 2,5 millones de euros anuales, no darían ni para una semana de sueldos. Pero el dinero sigue fluyendo gracias a su dueño, Zhu Jun, quien se embolsó 75 millones de euros cuando su compañía de videojuegos “online” salió a Bolsa en 2004.

Enriquecido al amparo de la inmobiliaria Evergrande, el propietario del Guangzhou, Xu Jiayin, se ha gastado más de 56 millones de euros en fichajes durante los dos últimos años . Además de reconocimiento y prestigio social, podría estar buscando poder para afianzar sus negocios porque el próximo presidente de China, Xi Jinping, es un forofo del fútbol.

Los millonarios dueños de los clubes chinos tiran de billetera para limpiar la imagen del fútbol en este país, arruinada por los constantes escándalos de corrupción que también salpican ahora a Italia. Legales o no, las apuestas futbolísticas generan, a tenor de la FIFA, entre 400.000 y 500.000 millones de euros al año, de los cuales 15.000 millones se van en partidos amañados.

En China, los últimos casos han revelado la podredumbre de todo el sistema, desde los presidentes hasta los jugadores pasando por entrenadores y árbitros. El antiguo director de los colegiados, Zhang Jianqiang, fue condenado en febrero a 12 años de cárcel por aceptar 24 sobornos por valor de 2,73 millones de yuanes (344.365 euros). Por su parte, al vicepresidente de la Asociación China de Fútbol, Yang Yimin, le cayeron 10 años y medio entre rejas por cobrar 1,25 millones de yuanes (157.676 euros) de hasta 20 clubes para amañar los resultados.

Sus superiores y antecesores también han sido procesados por unas tramas de corrupción que han manchado incluso a la selección nacional china, ya que cuatro antiguos internacionales han sido acusados de arreglar un partido de liga en 2003.