Massimo Ferrero, el presidente más excéntrico del fútbol italiano

En junio, Massimo Ferrero pagaba cien millones de euros para comprar la Sampdoria a la familia Garrone, propietaria de la entidad durante los últimos doce años. En los pocos meses que lleva al frente del mismo club al que en 1992 se le escapaba la Copa de Europa en Wembley, en una agónica final frente al Barcelona , el famoso productor cinematográfico ya ha dado evidentes muestras de que su personalidad no encaja con el protocolo que se puede exigir a un presidente de un histórico de la Serie A italiana.

Bajar al césped para celebrar las victorias junto a sus jugadores es para él ya una costumbre y el domingo, tras derrotar a la Fiorentina, se le vio corretear mientras mostraba una camiseta en la que aparecía su imagen y los colores de la Sampdoria. Antes, había enloquecido cuando la Fiorentina desperdiciaba un penalti. Alegría desbordaba que ya exhibió cuando sus jugadores se imponían a principio de temporada en el siempre caliente derbi ante el Génova , el otro equipo de la ciudad. Entonces, las imágenes de sus carreras por la hierba dieron la vuelta al mundo.

Aunque para muchos sus celebraciones resultan muy exageradas, la felicidad de Massimo Ferrero está justificada. En su segunda temporada al frente del equipo, el serbio Sinisa Mihajlovic mantiene a la «Samp» en el tercer puesto de la clasificación con 19 puntos, a seis de la Juventus, líder en Italia.

Y es que la Sampdoria no está acostumbrada a pelear por el Scudetto. En sus casi setenta años de historia, el club genovés ha conquistado un título (1990-91) y solo ha subido en otra ocasión al podio, cuando acabó tercero en la temporada 1993-94. Ahora sus aficionados sueñan con poder volver quedar entre los tres mejores de Italia de la mano de su excéntrico y querido presidente.