España tumba a Bielorrusia con un ejercicio de paciencia

Por el contrario, Del Bosque presentó un once lleno de sorpresas: la primera en la portería, se supone que en una decisión compensatoria de tener contento a todo el mundo. No era eso lo importante aunque Son Moix empezase a clamar «Íker, Íker». Lo peor fue no intentarlo con Navas para abrir el juego, con Juanfran que hubiera sido un extremo más, o salir con Michu cuando está demostrado que es un segundo delantero y que funciona más a la contra que en espacios cerrados. Ante un rival así, Navas-Negredo y circulación por fuera con mucho movimiento delante del balón habría sido lo mejor.

Atrapados en la red

No hubo nada de eso, mitad por error de planteamiento del entrenador español, mitad porque hay muchos jugadores españoles que no están físicamente para moverse continuamente entre líneas, recibir, tocar y desbordar.

Así que entre la red bielorrusa, tan tupida que ni al portero se veía a través de ella, y las facilidades de un erróneo planteamiento, España se estrelló una y otra vez, tanto que el primer tiro medianamente peligroso llegó a la media hora, Mucho toque, mucho tacón entre líneas pero cero profundidad a menos que el balón lo cogiera Pedro, que es el más directo y el más decidido de todos.

Por no haber, no hubo ni seguridad atrás. Cuando se producen partidos así, los defensas, que lo ven con perspectiva, empiezan a ponerse de los nervios. Así que primero dan un paso adelante, en el minuto 20 han dado dos y en el 30 ya son otro medio volante más mientras por detrás de ellos crece la hierba solitaria, presta para el contragolpe feroz.

Por ahí llegaron los bielorrusos: por el ansia de Sergio Ramos, por la confianza de Busquets, por la peonza de Xavi sin encontrar huecos, por la necesidad de Monreal de ser extremo sin bajar del medio campo...

En esa espiral de ansiedad se fue liando España, como un ovillo sobre sí mismo. Bielorrusia llegó a veces y cada vez más hasta que tuvo su ocasión en un penalti por mano de Piqué que el árbitro holandés se comió con patatas.

Cambio de idea

Es cierto, en esta clase de partidos lo mejor siempre llega en la segunda mitad cuando el ir detrás de sombras y fantasmas te deja con los pulmones en la mano, pero lo cierto es que regalamos 45 minutos por enredarnos en pases imposibles por el centro. Lo de siempre, pero esta vez en el límite de la cuchilla, que no está el horno para bollos mundialistas.

Del Bosque tiró de manual en el segundo tiempo y recurrió a armas de destrucción masiva. Un tipo llamado Iniesta, regateador de primera, de esos que abren las botellas de cerveza (y los cerrojos) con el blanco de los ojos. España se colocó en defensa de tres con dos que suelen desbordar por las bandas como son Pedro e Iniesta.

España empezó a arriesgar mucho porque Ramos, enfebrecido iba arriba con todo desde su posición de central derecho, pero no quedaba otra. En esa valentía, basada en la necesidad real, los de Del Bosque encontraron el gol. Un tanto de los típicos que hacen saltar cerrojos. Balón aéreo, jugada despejada en corto como se puede y llegada de alguien de la segunda línea, en este caso de Xavi, para pegarle al bote pronto, sin tiempo a que llegaran los zagueros bielorrusos a taponar.

España respiró. Mucho. Y todo fue mejor. Esos dos metros que adelantó Bielorrusia sus líneas en busca de nada dio alas a los campeones. Solo necesitaban eso. Ramos, lanzado, entró como un estilete por la banda y su centro lo coló Negredo en la red con un gol de nueve-nueve de verdad.

Ahí se acabó todo. Los bielorrusos fueron a por todas y marcaron en un error infantil de Koke, pero ya no quedaba tiempo para nada. España tocó ya con tranquilidad, sin prisas ni pausas. Veía Brasil en la lejanía.