selección española

España, relajación fatal ante Finlandia

El acoso continuo no bastó, y el empate de Finlandia obliga a ganar el martes en Francia (1-1)

j. m. cuéllar - Actualizado: Guardado en: Deportes Fútbol

La de milongas que nos cuenta el marqués antes de los partidos. O eso o que los finlandeses lo hacían con todos menos con nosotros, Ni presión arriba, ni bandas solitarias ni cuentos de Caperucita. Una línea de cuatro, cinco por delante y alguna ayudita de Pukki. El famoso cerrojazo de Georgia fue un juego de niños al lado de la muralla china que levantó Finlandia. [Así narramos el partido, minuto a minuto]

Y es que esto de ser campeona del mundo y que todo el mundo te tema más que a un tornado es un rollo de tomo y lomo. Porque nadie sale a jugar, sino a meterse en una concha de tortuga, cuanto más dura y coriácea mejor, y ahí se las den todas.

Ya se sabía algo así. Lo que no se entiende es porqué España regaló medio tiempo sacando extremos que no lo eran, que entraban por dentro sin abrir el campo, que es lo que requería el partido. No hubo manera de entrar en el 9 y medio-medio que plantó Finlandia en el partido.

Es cierto que esta clase de partidos requieren paciencia, desgaste y muchas dosis de toque, pero el choque se tornó irritante por momentos, sobre todo porque los de Del Bosque parecieron contagiarse de la monotonía del encuentro, demasiado lentos, excesivamente previsibles, muy reiterativos en sus intentonas.

Los únicos dientes que sacó España fueron tiros lejanos que pocas veces sorprendieron a Maenpaa. El monólogo fue tal que a veces dio un poco de vergüenza ajena, con los centrales españoles metidos muchos metros en la medular rival, embotellados los diez finlandeses achicando tanta agua que ni los numantinos llegaron a esos extremos de defensa.

Y eso fue todo, un pestiño de encuentro, casi un partido de balonmano, de ir unos contra un muro, repeler el balón, volver a cogerlo los españoles y a intentar de nuevo la penetración. Como tantas otras veces, solo la banda izquierda logró entrar de vez en cuando porque ya se sabe que con Arbeloa por el lado diestro no se puede contar para esta clase de asaltos pues le falta daga y le sobra escudo.

Estaba claro que ahí faltaban Navas y un acorazado rompedor que, ausente Llorente, debía ser Negredo pues se necesitaba talento para quebrar en el uno contra uno y habilidad para poner balones más precisos en la zona de remate. De todo eso adoleció España, muy cabezona en los pases interiores que siempre encontraban pierna o cuerpo rival. Así que todo se quedó en un quiero y no puedo, con muchas dosis de voluntad y muy pocas de fantasía.

Surge el capitán

El castillo podía haberse caído por cualquier sitio del asedio, pero tuvo que ser por arriba, por donde subió como un avión el capitán de la selección, el que cumplía cien partidos. Sergio Ramos se quedó parado en el aire y metió un frentazo al palo contrario, justo donde mató a una araña y deshizo la tela finlandesa.

A partir de ahí, todo fue a peor en vez de ir a mejor. Como si todo estuviese hecho, el equipo bajó los brazos, se relajó ante el enfado enorme de Del Bosque, que veía venir el peligro. Dicho y hecho. Una internada por la izquierda acabó con un centro que remató Pukki en el único disparo a puerta de los finlandeses.

Para colmo, Jordi Alba se rompió totalmente en los últimos minutos y España, empujando con diez, intentaba aliviar los males que le habían llegado por su falta de actitud y su excesiva relajación. Luego, prisas, empellones, la intensidad que faltó antes y al final nada de nada. Tropezón gordo.

Toda la actualidad en portada

comentarios