110 motivos para admirar españa
Alonso, el inventor de un deporte inexistente
El piloto asturiano convirtió la Fórmula 1 clandestina en un espectáculo de masas
La generación de jóvenes españoles aficionados al deporte que nació con el cambio de siglo puede pensar, en la ensoñación de los éxitos, que Fernando Alonso , como la selección española de fútbol, Pau Gasol y sus anillos de campeón en la NBA o el ... ciclón Nadal en el tenis, siempre estuvo ahí, al pie de los títulos o las medallas de oro. Nada más lejos de la realidad en lo que se refiere a Fernando Alonso, el hombre que transformó las sobremesas dominicales en España a partir de un deporte reservado a minorías, semiclandestino en las parrillas de las televisiones y que nunca hubiera apostado a ganador en un país sin tradición ni vuelo. La Fórmula 1 no conoce otra cuna que el mundo anglosajón.
Alonso pertenece a una estirpe reconocible al primer vistazo en la historia de España: los pioneros. Ángel Nieto introdujo las motos en nuestro país y dejó un legado para los pilotos de hoy (los 12+1 campeonatos). Severiano Ballesteros impulsó la industria de los campos de golf que, como océanos verdes, hoy pueblan los litorales y la meseta de España. Manolo Santana popularizó el tenis con su triunfo en Wimbledon. Fernando Alonso subió a su coche a un país.
España acunaba en sus ancestros potentes representantes en otras disciplinas. En ciclismo primero fue Bahamontes, luego Ocaña, más tarde, Perico Delgado, Induráin o Contador. En tenis empezó Santana, siguió Orantes, Higueras, los Sánchez Vicario, Bruguera y al fin, el deslumbrante Rafa Nadal. A Nieto lo honraron Tormo, Sito Pons, Crivillé, Pedrosa o Lorenzo. Detrás de Ballesteros llegaron Olazábal, Piñero, Miguel Ángel Jiménez... Antes de Gasol había una base de enormes jugadores en España: Emiliano, Corbalán, Fernando Martín, Epi, Chicho Sibilio... Deportistas de primera línea mundial que activaron canastas, motos o palos de golf. Antes de Alonso, no había nada en la Fórmula 1. Solo unos cuantos precursores que no pasaron el tamiz de la victoria: Luis Pérez Sala, Emilio de Villota, Adrián Campos o el vigente Pedro Martínez de la Rosa. Autores de consumo interno para los fanáticos del motor.
La irrupción de Alonso en la Fórmula 1 va más allá de la simple enumeración de sus conquistas. Dos títulos de campeón (2005 y 2006), su tránsito por las dos mejores escuderías del mundo (McLaren y Ferrari, el Madrid y el Barcelona de la F-1), su colección de victorias (30 en once temporadas) o podios (86). En España no existían cimientos sólidos para consolidar a un piloto en un universo tan deslumbrante y en apariencia inalcanzable como la Fórmula 1.
En Inglaterra residen la mayor parte de las escuderías. Su base de operaciones se concentra alrededor del circuito de Silverstone. Red Bull, McLaren, Williams, Lotus (antes Renault) y Force India construyen sus coches de competición en suelo británico, amparados en una tradición de años. Alemania disfruta de campeones (Michael Schumacher, Sebastian Vettel) y de marcas de solvencia mundial (Mercedes). Italia genera un entusiasmo sin comparación posible respecto a Ferrari, la selección nacional de todos los habitantes del país. Francia, ahora en días oscuros, proyectó a celebridades como Alain Prost y conoció días de abundancia con Arnoux, Lafitte, Alesi, Pironi o Tambay. España tiene a Alonso.
Alrededor de este tipo tímido gira una imponente industria económica, deportiva, mediática, televisiva e incluso social. El asturiano aguanta todo sobre sus espaldas. La presión de las audiencias, el soporte y la imagen de los patrocinadores, la solvencia de los resultados y la proyección de un deporte que ha triunfado en términos de seguimiento. La Fórmula 1 es el segundo deporte más visto en España por la televisión.
A bordo de ese milagro, Alonso siente los colores de España. Impenetrable en apariencia y demasiado duro de semblante desde la óptica de sus detractores, despliega un orgullo verdadero cuando se le habla de representar a su país. Alejado de postulados políticos que convierten los sentimientos en sectarismo, el ovetense expresa los valores de España cada vez que tiene oportunidad. Fue emocionante su discurso después de la victoria que consiguió en Valencia el año pasado. Recordó desde el podio, envuelto en lágrimas, a los parados que sufren sin trabajo, a la gente que hizo un esfuerzo económico por asistir a la carrera, a todos los que, como él, un día debieron construir su futuro sin el apoyo de un padre millonario. La familia de Alonso pertenece a una clase media de habitantes de Oviedo. Su padre, José Luis, trabajaba en una fábrica de explosivos y su madre, Ana, era dependienta en El Corte Inglés.
Alonso dispone de un camerino privado en cada circuito del mundo. Una pequeña habitación en el campamento de Ferrari (antes en Renault o en McLaren era lo mismo) donde descansa, medita o se relaciona con el exterior a través de la web. Lo primero que hace cada jueves de gran premio es desplegar sus sentimientos en las paredes de la estancia. Coloca una bandera de España y otra de Asturias frente a su cama. Siempre cuenta que es una manera de conectarse a sus orígenes.
El impacto de Alonso ha beneficiado a soñadores que tenían su fetiche en la Fórmula 1. Numerosos ingenieros españoles especializados en aeronáutica o en otras disciplinas relacionadas con el motor han desembarcado en la F-1. Iñaki Rueda, Toni Cuquerella, Xavi Pujolar son o han sido referentes en escuderías de la parrilla. Jaime Alguersuari cubrió un ciclo en el emporio B de Red Bull (Toro Rosso). HRT nació como un proyecto único de una escudería española en la Fórmula 1 y luego murió por el camino, desprovisto de pilares y financiación. Y este año, Alonso ha cerrado el círculo. Habrá tres españoles en Ferrari, el símbolo de este deporte: el propio interesado, Pedro de la Rosa como probador y Marc Gené, en su papel de piloto rojo para todo.
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