Vingegaard renace en un épico duelo con Pogacar en el Macizo Central

Siempre con un semblante inalterable, seriedad máxima del genio, Vingegaard se derrumbó. Bellas lágrimas se deslizaron por su rostro. Se acordó de aquella caída en la Vuelta al País Vasco en abril que le rompió la clavícula y le fisuró varias costillas. Estuvo en la UCI y su presencia en el actual Tour no siempre fue una certeza. Se sintió en el pozo pero Vingegaard renace como un ave fénix para reventar una carrera que parecía que iría directa a las manos de Pogacar. «Solo estoy feliz de estar aquí», aseguró.

Nadie dudaba de que Pogacar atacaría y solo faltaba saber cuándo. Esperó el prodigio esloveno a que faltasen 32 kilómetros para desplegar las alas, majestuosas y augurio de calamidad para sus rivales. Su destrucción fue total, todos aguardaban su fugaz movimiento pero nadie pudo seguirlo. Fue un recital que le permitió aumentar su ventaja hasta los 33 segundos. Evenepoel confirmó que en escalada sufre y se esfumó en el inclinado recorrido. Vingegaard fue atrapado por Roglic y todo hacía indicar que el balcánico marcaría un antes y un después en este Tour.

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Daniel Cebreiro

Pero el danés, tras muchas jornadas de indecisión y prudencia, puso el turbo. No estaba en mala forma como se auguraba, esperaba Vingegaard el momento exacto para golpear, como el más letal de los depredadores. Dejó clavado a Roglic y Pogacar comenzó a sentir cómo una oscura presencia le cazaba. Es muy difícil ver al ciclista de UAE nervioso. No paraba de mirar hacia atrás en las infinitas subidas del Macizo Central galo. Vingegaard ya estaba a su lado.

Comenzó el duelo que fue prometido, el de dos colosos que se han repartido los últimos cuatro triunfos en la gran prueba del ciclismo. La victoria moral era de Vingegaard, pues no solo había neutralizado la estrategia de su archienemigo, sino que le había metido el miedo en el cuerpo. Los puertos se sucedían y el nórdico se encontraba cada vez mejor. Pogacar quiso vencer al esprint pero Vingegaard, ahora sí, era inevitable. La victoria del danés reinventa un Tour 2024 que aspira a la eternidad.