contragolpe
Cuando el Atleti desaparezca
«No volvería a ver un partido. Tildaría a la mayoría de los astros balompédicos de multimillonarios maleducados y horteras»
Ojalá el comprador del Atlético sea al menos español
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Iniciar sesiónA quien esto escribe no le gusta el fútbol. Lo que le gusta es el Atlético de Madrid. Si el Atleti desapareciera, no volvería a ver un partido. Tildaría a la mayoría de los astros balompédicos de multimillonarios maleducados y horteras. Tatuados como presidiarios, siempre ... escupiendo, fingiendo, tratando de engañar al árbitro, retorciéndose de dolor en el suelo cuando apenas les han tocado. Criticaría sus sueldos astronómicos, que contrastan con lo poco que ganan personas que aportan mucho más a la sociedad, como los bomberos, los médicos, los científicos o incluso los poetas, que los pobres eran ya para la sobrina de don Quijote enfermedad incurable y pegadiza.
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El contragolpe
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Pero si no existiera el Atleti se habría esfumado una parte importante de su vida, la que comenzó en un viaje familiar a Bulgaria con el equipo, para presenciar el partido de vuelta de la Copa de Europa con el CDNA de Sofía, pero sobre todo para que los abuelos maternos conocieran a su nieto de tres años, que sería bautizado por los periodistas que acompañaban a la expedición como 'la mascota del Atleti', ya que en un vuelo accidentado, que se vio obligado a aterrizar en Belgrado por la niebla, fue pasando la criatura de los brazos de Verde a los de Pazos, de los de este a los de Chuzo y de los de este a los de Miguel, que, como en la escena del célebre camarote, le dio además dos huevos duros.
Si no existiera el Atleti y de acuerdo con el poeta Pedro Salinas no se habría forjado un primer eslabón, que comenzó en aquel viaje, tantas veces recordado. Otro día se forjó otro, con un carné de socio obtenido en las oficinas de la calle Barquillo, y otro con partidos memorables. Luego se juntaron (era la cadena colchonera) todos, en relaciones de acero con otros rojiblancos, incluidos exjugadores extraordinarios, pero mejores aún como personas. Todos ellos defienden lo que han considerado siempre una causa justa.
Entiéndase la hipérbole. El fútbol puede seguir siendo un deporte fascinante, aunque quien lo practique no lleve en su escudo la osa y el madroño, siete estrellas y rayas rojiblancas. Tiene un valor 'per se'. Permite acudir al estadio con amigos, hermanos, hijos, sobrinos… e incluso con aficionados rivales, que tienen la misma pasión por su equipo que tú por el tuyo.
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