Este domingo, en un Metropolitano sombrío y silencioso sin los 5.0000 entusiastas del fondo sur y con un 0-1 en contra, papá Simeone decidió echar al césped al vástago pequeño de su primer matrimonio en el minuto 57 de partido.
El técnico argentino y cualquiera que se apellide Simeone saben de sobra que están bajo el foco rojiblanco de forma permanente, así que no hicieron falta muchas instrucciones. Padre e hijo eran conscientes de lo que se jugaban. Giuliano, teórico delantero, se colocó donde le habían ordenado, en la banda derecha, y desde ese costado inyectó al equipo la adrenalina que necesitaba para reaccionar tras el madrugador tanto del Leganés.
El joven (21 años) Simeone, nacido en Roma pero argentino por los cuatro costados, se remangó, buscó el balón sin descanso, presionó a los rivales y, a diez minutos del final, le sirvió a Griezmann el gol de la remontada (2-1). Poseído, lo celebró a lo grande con el francés. Y tras la euforia, no pudo reprimir unas lágrimas de emoción.
A escasos metros, en la banda del revivido Metropolitano, a papá Simeone se le escapó una sonrisa de íntima satisfacción.
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