Fútbol
El Atlético se reencuentra con la tragedia
Champions League | Fase de grupos
Los rojiblancos, cuando ya celebraban la victoria en el Olímpico, asisten perplejos al empate del portero de la Lazio en el último segundo del encuentro
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Iniciar sesiónLa Lazio es una reminiscencia de un fútbol pretérito. Tiene un entrenador que fuma a escondidas en el banquillo, una camiseta siempre preciosa, un 10 desgarbado y trotón, pero de una clase superlativa como el gaditano Luis Alberto, y una afición que ama sin ... control a sus héroes. Un par de pancartas recuerdan a Simeone que la Ciudad Eterna y el Olímpico siempre serán sus hogares; una enorme bandera con la cara impresa del recién fallecido Sinisa Mihajlovic ondea, protagonista, en uno de los fondos del viejo estadio. Esta mitad de Roma jamás olvidará a dos hombres clave en su último Scudetto –que ya cumple 23 años–. También la Lazio es un ente que odia sin mesura: acaba el himno de la Champions, comienza el minuto de silencio en memoria de las muertos en Marruecos y Libia y un amplio sector de la afición local lo interrumpe de manera terrible. Nada nuevo cuando el Olímpico es celeste.
Empieza el fútbol en sí y los de Sarri demuestran que dentro del campo desean ser vanguardia. Su juego es dinámico pero controlado; tratan el balón con mimo; Kamada y Vecino, como si pretorianos fueran, escoltan a un Luis Alberto que cuando recibe en campo rival silencia la bulla; y cuando este lanza a ese cuchillo de nombre Zaccagni, el equipo rojiblanco sufre.
Pese al al baño de realidad recibido en Mestalla, aguanta bien el dolor el Atlético de Madrid –es, sin duda, una cualidad ineherente a su escudo–. Nahuel demuestra de nuevo ser solvente también en defensa y Samuel Lino, desde el otro carril, seca a Felipe Anderson y acecha con una amplia amalgama de regates el área azul celeste. Respira aliviado el club español y mira con optimismo cómo el joven brasileño puede hacer más llevadera la marcha de Carrasco.
Entretanto, otro joven que genera sonrisas en la afición atlética es quien golpea primero. Pablo Barrios recibe un pase de Molina con dirección opuesta a la meta laziale, dispara de primeras y, con la ayuda inestimable del cuerpo de Kamada, el balón cruza la línea de gol ante un Provedel engañado y vencido. No merece demasiado tal premio el Atleti, pero cuándo fue este un deporte acorde a la justicia.
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El gol bofetea a los romanos, que inevitablemente se reencuentran con sus demonios. Porque ha empezado tan mal la campaña la Lazio que cualquier reves, por pequeño que sea, alimenta a su monstruosa desconfianza. Por contra, el Atlético, está acostumbrado a hallar la calma en lugares hostiles. Es compacto ante el eterno pase corto laziale, corre por banda con el incesante Lino y aprovecha los balones resultantes de la guerra de Morata con Patric y Romagnoli. Es más, el Atleti no pisa el área rival con ahínco, pero el 0-2 comienza a intuirse como la consecuencia más lógica.
La calma anticipa el caos
Pese a la lesión de Barrios –sustituido al descanso por Giménez– y su capacidad para bajar el ritmo de juego, el Atlético ve el campo cuesta bajo. Combina ya sin miedo, daña al espacio y perdona demasiado al contragolpe. El protagonista en hacerlo es Morata que, en su ya clásica relación con las ocasiones perdidas, lanza una pelota a la medera y, acto seguido, de cabeza, se topa con un gran Provedel. Poco después, Lino, en el mano a mano, erra de nuevo ante el guardameta italiano. Sin embargo, la oportunidad más clara pertenece a un Griezmann que desaprovecha un certero centro raso tras una bella cabalgada de Llorente. No está fino el delantero francés y, cuando esto sucede, el Atlético es un equipo peor.
El tiempo pasa y los de Simeone se acomodan bajo el abrigo de Oblak. Lo repele todo el esloveno, que incluso resuelve sus propios errores sin inmutarse demasiado. Sin embargo, fiel a su historia herida, en el último segundo del encuentro y de la manera más cruel posible, un cabezazo del portero Ivan Provedel a un grandísimo centro de Luis Alberto sella el empate final.
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