Séptimo plato frío para Nadal
El español pierde en Japón otra final, esta vez ante un Andy Murray que remontó y le castigó con un definitivo 6-0
ENRIQUE YUNTA
Los domingos de Rafa Nadal han dejado de ser felices, expuesto en estos tiempos a recibir el premio menor, educado en la sonrisa que transmite resignación y rabia porque su año se mide más por las derrotas que por sus 65 victorias. Nadie ha ganado ... tanto como él, ni siquiera Novak Djokovic (64), pero cada vez que pierde la pregunta está en la calle: ¿Qué le pasa a Nadal? Esta vez se justifican los interrogantes después de que el número dos del mundo se difuminara en Tokio y acabara rendido ante Andy Murray, campeón al firmar un 3-6, 6-2 y 6-0 muy doloroso. Contra el escocés, el tenista que mejor lleva el maratón, fresco de piernas y elevada la autoestima, Nadal perdió otra final. Es el séptimo plato frío de este 2011 peculiar, demasiados golpes para un ganador.
En su discurso no hay excusas ni lamentos porque así entiende la competición. Hoy ganas y mañana pierdes, intangibles de un deporte justo que no acepta la «X» en las quinielas. Donde antes mordía trofeos y alzaba el puño con su «vamos», ahora saluda por cortesía y promete más trabajo para volver al camino celestial, maneras de vivir: «Estoy contento porque lo estoy haciendo bien», resume sin mensaje entre líneas, aferrado al lema de la camiseta que exhibe en la ceremonia post partido: «Cada día es una opción para la victoria».
Lo dice después de perder el pulso en una final extraña, negociada muy bien en el arranque y tenebrosa en el desenlace. Después de apretar en la primera manga, firme como durante toda la semana para ganarla por un convincente 6-3, se caricaturiza la figura del mallorquín y se enreda de mala manera con su saque, grotesco en el porcentaje de puntos ganados con el primero ya que en el segundo set solo logra el 35 por ciento y en el tercero no celebra ningún punto —cuatro en todo el parcial—. Y así, tiende una alfombra roja para que Murray, que le endosa el undécimo rosco de su carrera, ganador de Cincinnati y la semana pasada en Bangkok, transite plácidamente hacia la gloria japonesa. Ya lleva cuatro torneos, buen balance para el británico errante, inconmensurable con ese revés poderoso.
«No necesito confianza»
A Nadal se le pregunta por la confianza, previsiblemente tocada después de ganar solo tres finales de las diez en las que ha participado en este 2011 (Montecarlo, Barcelona y Roland Garros), hasta cierto punto lógico si se tiene en cuenta que el español no gana un título en pista rápida desde hace más de un año y nunca revalida corona lejos de su adorada tierra batida. Él, educado desde la constancia, expone sus reflexiones en la derrota: «Llevo un año muy bueno y no necesito recuperar confianza, la confianza está ahí y solo Djokovic lo lleva mejor que yo. Lo único que puedo es seguir con ilusión, ya que creo que estoy haciéndolo bien».
Juega por todos, con 77 partidos en este ejercicio sin fin, y no abandona las citas de máxima audiencia porque casi siempre, de un modo u otro, sale en la foto. El problema es que se queda con el plato o la bandeja y las palmaditas son para el rival: «Unas veces ganan unos y otras veces, otros. Van pasando los años y sigo ahí, prácticamente en las mismas posiciones que estaba en 2005 y 2006, con lo que no creo que sea cuestión de decir que está más o menos complicado, sobre todo teniendo en cuenta que este año es el que más finales he disputado», se reivindica. «Es verdad que es el año que he ganado menos, pero el circuito continúa y lo importante es que al final termina ganando el que es más regular. Yo lo estoy consiguiendo, hay que seguir por el mismo camino ya que simplemente por puro descarte la victoria va a llegar». Pese a todo, Nadal se lo cree.
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