ciclismo | tour de francia
El último servicio de Froome
El africano terminó su sacrificio en favor de Wiggins, que ha prometido ayudarle a ganar el próximo Tour
J. Gómez Peña
La tierra roja de África. Dicen que quien la pisa una vez la lleva siempre en su zapatos. Chris Froome nació en Nairobi (Kenia), sobre esa tierra roja. Al aire libre. Era un componente más de la naturaleza. Tarzán. El segundo clasificado de ... este Tour cuenta una anécdota que ningún niño de país rico puede narrar: «Tuve que subirme a u n árbol para huir de un hipopótamo» . Le llaman el ‘keniano blanco’. En realidad, es un inglés de África, hijo del colonialismo, fiel a la corona. Gregario leal de Bradley Wiggins. Este jueves, Froome, el mejor escalador de este Tour, volvió a ponerse al servicio del líder. Es su último servicio. Este Tour es ya para Wiggins . El próximo, sin Contador o Andy Schleck no dicen lo contrario, puede acabar en África. “Froome tiene un Tour en las piernas y yo le ayudaré a ganarlo”, ha prometido Wiggins.
Froome estaba serio. «Todos hacemos sacrificios. Cavendish ha sacrificado sus sprints y yo... Espero tener oportunidades en el futuro para ganar el Tour», declaró. Había silencio tras esa voz. Ya perdió una Vuelta a España, la del año pasado, por su entrega a Wiggins. Fue mejor que él en la contrarreloj de Salamanca y le protegió en las subidas a La Manzaneda y la Farrapona. Hasta que el Angliru dobló a Wiggins. Entoces, el Sky liberó a Froome. Súbdito africano. Pero ya no tuvo margen para superar a Cobo, ganador final.
Wiggins y Froome compartieron habitación durante toda la ronda española. Se llevan bien, aunque no son íntimos . Sólo puede ganar uno. Wiggins va a recoger un Tour que pudo ser de Froome. «Es difícil retenerse en las montañas», confiesa el africano blanco. «Sé que era capaz de ganar este Tour, pero no en el Sky. Aquí las cosas están claras y todos trabajamos para Wiggins», zanja. Espera su turno: «Wiggins tiene palabra y ha dicho que me ayudará en el futuro» . Si es así, ayer fue su último día de gregario. Tiene 27 años, cinco menos que su jefe. Tiene tiempo.
«Nadie conoce los límites de Froome. Ni él mismo»
Hace apenas quince años, en la sabana, era un chaval desentendido. Rodeado de otro mundo, el de abajo. La miseria. La vida que no vale nada. El hambre. Ahora le preguntan por su delgadez. Y responde: «Necesito estar así para subir los puertos. ¿Cómo lo hago? Metiéndome en la cama con hambre ». En Nairobi, él vivía bien. Su padre organizaba safaris; su madre era fisioterapeuta. Iba a una escuela pequeña. Disfrutó de una infancia feliz. Con la selva al abrir la puerta. Con tierra roja entre los dedos de los pies. Todo cambió con catorce años. La familia se mudó a Johanesburgo, a Sudáfrica. «Mi vida hasta entonces había sido muy simple». Salvaje. Y, de repente, estaba solo, metido en un internado. Le costó adaptarse a las paredes. «Todo lo que soy ahora viene de ese pasado», asegura.
Futuro prometedor
Lleva África dentro. Literalmente. A Froome le gusta pescar. Meter la mano en un río africano es una actividad de riesgo. Así cogió la enfermedad que ya le acompañará siempre. La bilharzia es un parásito que se oculta en el agua, se mete en el cuerpo humano y se alimenta de sus glóbulos rojos. No hay remedio contra ella. Vive con el paciente. Froome pasa un test cada tres meses . En el inicio de esta temporada tuvo una recaída. Y en septiembre, después de enfrentarse a Contador y Cobo en la próxima Vuelta, le toca pasar revista médica. Como el futbolista Drogba con la malaria. África no te abandona nunca. «Sé que un día volveré para crear una escuela ciclista. Quiero que haya más africanos en el Tour», promete. Que no cueste tanto recorrer el camino que él ha abierto.
En el internado sudadricano conoció las carreras ciclistas. En la televisión vio a Armstrong en el Tour. Se juró estar un día en la Grande Boucle. En eso pensaba mientras era alumno de la Facultad de Económicas de Johanesburgo. Cuando le faltaba un curso para terminar, le llamaron para ser ciclista. Claudio Corti, antiguo subcampeón del mundo y entonces mánager del equipo Barloworld, quiso saber quién era aquel «espagueti» capaz de seguir a Cárdenas y Efimkin en las cuestas del Tour del Cabo. Lo fichó: 30.000 euros al año y un billete a Europa. Conoció el Tour, el Giro y casi ganó la pasada Vuelta. «A veces tengo la impresión de que estoy soñando». En el Sky le consideran el relevo de Wiggins. “Nadie conoce los límites de Froome. Ni él mismo”. El africano ha tenido que sacrificarse por su capataz. En 2013, juran Wiggins y el Sky, trabajarán para el Tour de Froome. Ayer le ofreció a Wiggins su último servicio.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete