CICLISMO-GIRO

El triunfo póstumo de Weylandt

Sus compañeros le dedican la etapa de Livorno y luego el equipo se retira

El triunfo póstumo de Weylandt AP

J. GÓMEZ PEÑA

La arboleda deshace la luz de la recta del Passo del Bocco donde el lunes se mató Wouter Weylandt. Medio día después de la mortal caída , su madre se acerca trémula al charco de sangre seca que señala la muerte de su hijo. Se ... arrodilla y toca con una mano ese trozo de asfalto. Como una última caricia. Mira al suelo; mira al cielo. Da unos pasos atrás y saca una foto. Imágenes, recuerdos, maneras de luchar contra la muerte. Trata de rebobinar la escena. «Nos ha dicho que no entendía cómo se había podido caer en una recta» , cuenta Ángelo Zomegnan, director del Giro. Sobre el piso están marcadas las rayas blancas que dejó la bicicleta. Y sobre esos arañazos en el asfalto, Sophie, la novia embarazada del ciclista belga, se abraza instintivamente la tripa, a la niña que espera, y se rompe en llanto. No pueden más. Se van. Junto al muro donde se clavó la bicicleta de Weylandt quedan los ramos de flores.

Luego supieron que, días antes del accidente, Weylandt andaba inquieto . Su mánager desveló ayer un mensaje telefónico del corredor: «Decía que el ciclismo se había vuelto peligroso, que había muchos nervios en el pelotón». Como si hubiera adivinado su destino, su final en el descenso donde le recordaron ayer los suyos.

La familia de Weylandt había llegado el lunes por la noche. Los padres, la hermana, la novia... A la una de la mañana estaban ya en el hotel Julio César, en Rapallo, en el establecimiento donde se alojaba el equipo Leopard. La cama vacía de Weylandt. Rapallo es una roca que se descuelga sobre el mar. Un paseo marítimo de fachadas color pastel; de villas con cipreses; de turistas ancianos que rejuvenecen al sol de Liguria. En el quiosco del paseo, a dos pasos del hotel, un cartel anunciaba por la mañana la noticia del día: «Drama en el Giro. Un joven belga muere en la tercera etapa» .

Su equipo actual, el Leopard, recibió en Génova los aplausos y el ánimo destinados a Weylandt. Klemme, Rohregger, Stamsnijder, Pries, Vigano, Wegmann, Zaugg y Feillu se colocaron en la salida al frente del pelotón. Pie a tierra, cabeza abajo. Mirada perdida, sonámbula, más allá de la carretera. La trompeta fúnebre de una banda militar ocupó el silencio. Los directores de los 23 equipos habían decidido repartirse la etapa . Procesión. Dolor rodante. Cada conjunto tiró durante una decena de kilómetros. Se turnaron portando el féretro que pesaba sobre sus cabezas. Y a cuatro kilómetros para el final, se colocó en cabeza el Leopard .

No se habló ni de falta de seguridad ni de un recorrido adicto al riesgo. Era un día para recordar al ciclista fallecido y arropar a los suyos, para quienes serán todos los premios de la etapa de ayer . El Giro que queda ya no será el mismo. Le faltará Weylandt. Tampoco estará el resto de sus compañeros pues anoche el Leopard anunció que se retiraba de la prueba .

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