TOUR DE FRANCIA
Rui Costa, la victoria de los que resisten
Tras tantas desgracias, el portugués consuela al Movistar en Superbesse, donde Contador ataca y Andy Schleck le responde
j. gómez peña
Hasta que murió, el viejo León Scieur enseñaba orgulloso la escalofriante cicatriz que le bajaba por la espalda. Era del Tour 1921, de la edición que ganó pese a aquella etapa que le tatuó de por vida. Rompió una rueda y pidió prestada otra a ... un espectador. Pero entonces la reglas obligaban a cada participante a llegar al final con la bicicleta que había empezado. Entera. Scieur, la locomotora, agarró la rueda rota y se la amarró en la chepa. Y echó hacia la meta. Así durante 200 kilómetros, notando cómo aquel peso extra y punzante le iba abriendo la espalda. Goteaba la sangre. Da igual. Llegó y recogió su mejor triunfo. Le quedó un testigo de la hazaña grabado en la espalda. El ciclismo es para los que resisten . [Así hemos contado la etapa]
La meta de Superbesse, una estación de esquí entre volcanes, está subida a una especie de trampolín de asfalto: kilómetro y medio sin curvas y muy inclinado. Rui Costa, portugués rescatado por Unzúe para el Movistar , miró a su espalda. Y vio lo peor. A Vinokourov, con el piloto automático y a la caza. El feroz kazajo. Era otro día bien lavado por la lluvia. Gafas empañadas. De sudor y de tanta agua. Rui Costa no miró más. Sólo escuchó a José Luis Arrieta, su director. «¡Ahí, ahí! Resiste. Y cuando se acerque un poco más, acelera. Que vea que te alejas». Que se desmoralice cuando ya creía sus colmillos sobre la víctima. Eso duele. Eso hizo Rui Costa, que soñaba con ser el sexto portugués con etapas del Tour: juntarse con Agostinho, que se mató ya veterano tras tropezar con un perro, Ferreira, Da Silva, Azevedo y Paulinho. [Las imágenes de la etapa]
A sus dos lados flotaban gritos y banderas. Resistió ante Vinokourov y ante el pelotón. Y compatió el premio con sus compañeros: « Es un triunfo de todos. De Xavi Tondo (fallecido) y de Soler (que se recupera tras estar en coma)». La victoria del Movistar, el equipo que avanza pese todo un año de mala suerte. Ni en pleno éxito se libró del maleficio: Beñat Intxausti tuvo que retirarse. Le obligaron. No quería. Nada sabe de León Scieur, pero se empeñaba en emularle, en llegar hasta la meta con la herida. Le bajaron. Si no, no hay manera de que suelde el radio, el hueso del brazo derecho que tiene roto desde el primer día. Los ciclistas son así. Todo cicatrices. «Es la gloria y la miseria del ciclismo», resumió Unzúe, guía del Movistar en esta tormenta que no cesa de atizarles.
Contador no da respiro
Cerca, otro malherido, Garate, recitaba su calvario: «El Tour te mata. Te destroza por dentro. Ya no sirvo ni para coger bidones». No pudo ayudar a su líder, el holandés Gesink, el único candidato al podio que perdió tiempo : un minuto y 20 segundos. La tasa. Gesink llegó derrotado, abatido por una caída de días atrás, hinchado por los antiinflamatorios. El Tour le acababa de hundir su espada. Dolor bajo la tormenta. «No sé qué va a ser de mí», lamentó.
Mientras Rui Costa se metía en el retrato del podio de la etapa, el cielo se llenó con las trenzas de un relámpago. Apareció en el pelotón la mirada de rayos y truenos de Contador . Qué ganas tiene. El BMC, el equipo de Evans, no había podido con la fuga de Rui Costa, Van Garderen, Riblon, Gautier y Zandio. Ni pudo luego, en el puerto de la Croix Saint Robert (de segunda, a 25 km. de la meta), retener a Vinokourov. La victoria de etapa, pues, ya se había ido. Pero había otra pelea. La buena, la del Tour. Contador, que arrasó el Giro en el Etna, estaba en Vulcania, en la Francia despoblada, entre volcanes verdes mimetizados con el paisaje. «Al principio de la etapa no iba bien, pero al final tenía buenas piernas. Y he visto gente que va justa », contó. Al sentir la dureza del kilómetro final de ascenso hacia Superbesse, palpitó. Miró a la derecha, a la izquierda. Pasó revista a las caras. Y aprovechó una arrancada de Gilbert para desordenar al resto de los favoritos. Evans, lapa, se le pegó. Y también Andy Schleck. Por primera vez, el luxemburgués pareció de la altura de Contador. Alberto y Andy, nombres enlazados. «No había cuesta para soltarles», dijo el madrileño. Hay Tour.
Batalla con Andy
Contador volvió a empuñar el látigo. Zas. Otra vez. Y Andy Schleck, a por él. Enseguida llegaron los otros, Evans, Frank Schleck, Van den Broeck... Y Samuel Sánchez . «Quería probarme», aseguró el campeón olímpico. La maquinaria funciona: acabó cuarto, detrás de Rui Costa, el fugado, y de Gilbert y Evans, los que le precedieron en el grupo. Delante de Contador y los Schleck. Todos juntos. «Veo la carrera muy igualada. La semana ha sido terrorífica y está pasando factura» , recordó el ciclista del Euskaltel. «Hasta Luz Ardiden no creo que pase nada». Hasta el jueves. «Todavía no se pueden sacar conclusiones», cree.
O sí. La subasta por el Tour ya no tiene tantos compradores. Wiggins, Horner (no tomó la salida con la nariz rota), Leipheimer y Brajkovic ya no cuentan. Gesink, tocado, se diluye. Evans, el ciclista que sólo habla de los Tours que ha perdido, se siente más cerca que nunca de la victoria. A Andy Schleck, la estación de Superbesse le sacó ayer de las dudas. Andy está. Contador lo notó . Ha vuelto su sombra. ¿Juntos y solos como en 2010? En ese kilómetro vertical y mientras los demás se movían, Schleck y Contador sólo se miraban entre ellos. Como si disputaran un Tour privado. Pronto se sabrá. «Estoy contento. Ya queda un día menos para que lleguen los Pirineos». La voz de Contador en el volcán francés.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete