Raikkonen se reencarna en Bélgica
Poco le faltó. El milagro rondó por las Ardenas belgas. Brahma a punto estuvo de hacer de las suyas para glorificar la jornada en torno a Force India. En una Fórmula 1 definitivamente enloquecida, ilógica, desvariada, con un punto irreverente, migran unos y otros, emergen ... quienes llevaban ocultos media vida y son tragados por la oscuridad los entes luminosos. Nadie entiende lo que ocurre, ni si es bueno o malo para quienes defienden la pureza de otro tiempo, el culto a la velocidad. El caso es que el dios creador de los hinduistas barrió para casa, aunque le faltó el escobazo final para quitar del camino a Raikkonen.
Desmenuzar los momentos estelares de la carrera belga valdría para alimentar el afán monologuista tan en boga hoy en día. Podría entenderse como un sucedáneo del arranque de «Enredo», aquella inolvidable serie de los 70 que partía con el «esta es la historia de dos hermanas, Jessica Tate y Mary Campbell», claro reflejo del galimatías que llegaba a continuación. En la F-1 ocurre lo mismo.
La evolución del Ferrari
Ferrari anunció en Alemania que ya no evolucionaría más su coche y desde entonces Raikkonen no se ha bajado del podio hasta ganar ayer en Spa. Force India, un equipo inédito en puntos en dos temporadas de existencia, remataba la faena de la «pole» con una colosal actuación de Fisichella, a rebufo del Ferrari ganador durante 40 vueltas. Vettel, que se ha pasado todo el fin de semana racaneando combatividad al contar sólo con dos motores para lo que resta de calendario, exprimía su mecánica alargando hasta las últimas consecuencias su segundo repostaje.
¿Más? Claro que sí. La extraña historia de un Button que desertó del campeonato tras media docena de papeles protagonistas y que ahora vive de las reservas. El inglés se vio involucrado en la salida en una carambola con Alguersuari, que derivó además en un dueto Hamilton-Grosjean saldado con el cuarteto saludando al público con la indisimulada resignación del abandono.
El día también llegó a parecer propicio para Fernando Alonso. Fue mucho más largo de lo que se esperaba en la primera serie de vueltas y así escaló hasta la tercera plaza. Dados los vaivenes de unos y otros, no era descabellado pensar que, de atinar con la estrategia del segundo repostaje (como hizo Vettel), el ovetense jugara algún que otro boleto para el sorteo del podio. Los viejos fantasmas, la alargada mano de Shiva, percutió en plena línea de la vida. Un toque con Sutil en la accidentada primera vuelta había engendrado consecuencias. El neumático delantero izquierdo quedó dañado (sujeción y tapacubos) hasta prolongar interminablemente el cambio de la goma. Medio minuto perdido y abandono pesaroso. Causa justificada, pero otra rueda convertida en la trampa del asturiano.
Nadie puede negar que sucedieran cosas en Bélgica. De por sí ya es enmarcable el retorno de Raikkonen a lo más alto del cajón, 16 meses después de la última muesca que cinceló en Barcelona. También había llovido demasiado desde el precedente ferrarista de Massa en su inservible triunfo en el cierre del paso calendario en Brasil. Quedará la duda de si el finlandés se limitó a activar el Kers tras retirarse el «safety car» en la quinta vuelta para dar buena cuenta de Fisichella. Porque ni con gráficos y ecuaciones se entiende la vitaminada cita belga vivida por el romano y un Force India que ha acercado a Vijay Mallya a los brazos de Vishnú, el dios conservador al que se encomendó Barrichello (varado en la salida) para acabar en los puntos tras dos agónicas vueltas finales con el humo blanco delator del siniestro mecánico total.
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