El preludio de algo grande

Alonso ha fichado por Ferrari porque la naturaleza es sabia. No tenía mucho sentido que las vidas del mejor equipo del mundo y el mejor piloto de la parrilla estuvieran separadas por un extraño sortilegio. 

La Fórmula 1 se condensa en tres símbolos: Mónaco, la propia marca F-1 y Ferrari. Eso es así a nivel planetario. Se puede viajar a cualquier rincón del mundo, a los lugares más insospechados, que siempre habrá un puñado de seguidores del “cavallino rampante”. Es la magia de Ferrari, la universalidad de una marca que sintetiza el éxito desde la humildad. 

Alonso quería correr en Ferrari, pese a que no siempre ha sido el mejor coche en los últimos años. Brawn, McLaren y Renault han cuestionado últimamente con victorias la leyenda roja. Pero la fascinación que ejerce la F-1 en el aficionado español residía, entre otras cosas, en esta unión. La cuadratura del círculo. Un deporte semi-clandestino hace años copa ahora las portadas y tiene una respuesta masiva. Alonso ha llegado a la cima. 

Debe ser el preludio del algo grande. El asturiano es un obseso del trabajo, meticuloso hasta la exageración, concienzudo en su ejercicio laboral. Y eso gusta en Ferrari, que vivió una era dorada con los cinco títulos de un piloto de ese perfil: Michael Schumacher. Alonso estará tres años si todo va bien y es probable que sea éste su último destino antes de cerrar la carpa y decir hasta siempre.