Judo
Niko Shera, el judoca que no quería descansar
Tras alcanzar su segunda medalla de oro en un Mundial, el deportista español de origen georgiano sueña ya con una medalla olímpica que España no gana desde Atlanta 96
Niko Shera posa en su club de Brunete para ABC antes de la entrevista
La figura de Niko Shera (Tiflis, Georgia, 1996) se recorta gigante en el contraluz que dibuja el sol en el club que dirige Quino Ruiz en Brunete (Madrid). Allí llegó hace doce años, siendo solo un niño, con la única intención ... de encontrar un lugar en el que se entrenara todos los días. Niko no quería descansar y en el gimnasio de Quino no se para ni en fines de semana ni en festivos . Comenzó entonces una alianza perfecta que desembocó en 2018 en el primer oro mundial del judo masculino español. Hazaña repetida hace solo unos días que anticipa una tarde gloriosa en los próximos Juegos Olímpicos de Tokio .
Su inmensa silueta –1,90 metros y 90 kilogramos de peso– se torna amable al primer contacto. Tiene rostro angelical, rubio con ojos claros, y un discurso fluido que contrasta con su origen extranjero . «No me costó nada aprender el idioma, porque hablo cuatro diferentes», expone orgulloso el judoca nacido en Georgia y que competirá en Tokio 2020 bajo bandera española.
Fue aquí donde se crió y a donde, reconoce, pertenecen sus éxitos deportivos. «Hubo un momento en el que entrenaba aquí, pero iba a competir con Georgia. Allí me veían medio español y aquí medio georgiano . Era complicado para mí, pero pensé que era Quino el que se desvivía conmigo, el que me ayudaba y que la medalla no tenía recompensa para él. Me senté a pensar qué era lo que sentía dentro de mí y decidí pedir la nacionalidad. Eso no quiere decir que no lleve a Georgia en mi corazón. Si un día me olvido de eso, me habré decepcionado a mí mismo », señala el judoca a ABC pocos días después de haber ganado en Budapest su segundo oro mundial .
En Brunete, Niko no encontró solo un lugar donde entrenar, sino una familia. Es así como Quino Ruiz entiende este deporte del que él fue una estrella –plata mundial en 1991– y en el que ahora tiene como objetivo llevar a otros a lo más alto. Además de Shera, en el club hay otro olímpico más – Fran Garrigós – y se anticipan varias figuras más para el futuro. «Todos los que entramos en este ‘dojo’ (palabra japonesa que se utiliza para referirse al espacio donde se enseñan artes marciales) entramos a formar parte de la familia creada por Quino. Claro que hay problemas, no voy a decir que todo es perfecto, pero nos ayudamos unos a otros. El cariño es fundamental aquí, pero una vez que entras al tatami es compromiso y exigencia», explica el reciente campeón del mundo.
«Paso hambre para poder dar el peso»
En España, Niko sigue viviendo con su madre, que normalmente solo vuelve a Georgia para ver a sus otros hijos cuando el pequeño se va fuera a competir. Ella es su sostén principal, pero desde la muerte de su padre, Quino se ha convertido en una figura especial para él. « Es mi segundo padre. No podría explicar con palabras el sentimiento que nos une. Lo que le diferencia de otros entrenadores es que se preocupa de nosotros tanto dentro como fuera del tatami ». Son palabras cargadas de emoción, como el abrazo que ambos se regalan siempre antes y después de la competición.
Es entonces, cuando todo acaba, el momento en el que aparece el Niko más auténtico. El que disfruta simplemente con una salida a cenar con su madre o con sus amigos. «No me hace falta mucho. Me encanta comer. Desde lo más fino a la comida rápida. Es algo que no puedo hacer normalmente y eso es lo más duro. Soy muy estricto y profesional con la dieta . No es solo comer sano, también es controlar las cantidades. Los judocas llegamos a obsesionarnos con esto. Paso hambre todos los días para poder dar el peso, por eso, cuando podemos, comemos aunque no tengamos hambre », bromea.
Amante del flamenco
Es uno de los sacrificios del judo. El otro es la vida casi monacal que están obligados a llevar para rendir en el tatami. Dormir, entrenar, comer (poco) y descansar. Si acaso, algo de música para distraer la mente, pero sin abusar. Cualquier cosa que no sirva para mejorar el rendimiento, está prohibida. « Me gusta mucho el flamenco. Escucho a la Niña Pastori y a muchos cantaores –desvela casi con acento andaluz–, pero también Alejandro Sanz . En general prefiero la música tranquila y siempre fuera de la competición. Ahí me centro en el tatami. Somos solo el combate, Quino y yo». Por eso no tiene amuletos ni supersticiones. Desdeña todo lo que no sea imprescindible para ganar.
Así es como llegará a Tokio, donde sueña con ganar una medalla olímpica. La primera para el judo español desde Atlanta 96. Lo tiene todo para conseguirlo y el escenario le motiva como ningún otro. « Subir al podio en unos Juegos y hacerlo en Japón, la cuna del judo, es lo máximo . Intento no pensar mucho en ello porque agota la mente, pero sí que lo he imaginado alguna vez».Un metal que, como los demás, llevaría un recuerdo implícito. «Esa medalla, como todas, van para mi padre. Es la persona que más me ha influido y el que más me impulsó a practicar este deporte. No hay día que no piense en él», reconoce con un punto de emoción en la voz. Recuerdo que le impulsa cada día y que estará muy presente en Tokio, donde Niko quiere ser el primer oro olímpico del judo español.