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Entrada de la casa de Maradona

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Era un gol cantado. Sólo faltaba saber cuándo y dónde. Maradona había dejado la portería de su vida libre hace décadas y sólo faltaba el remate final. Le llegó, como al resto de Argentina, cuando no lo esperaba, cuando parecía que todo iba ... bien. Había superado un hematoma subdural, un coágulo en la corteza de ese cerebro con tanto talento y que tanto castigó. Y así, mientras se supone que descansaba, que se recuperaba, aunque era irrecuperable, la muerte se la metió por toda la escuadra, de esa salud mermada a golpe de excesos, de alcohol, de drogas sintéticas y de las otras, de polvo de estrellas rotas.

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