España, a cuartos con sufrimiento

La primera de las cuatro finales se resolvió por trabajo de pico y pala, nada sencillo el choque porque si bien en las líneas España jugó con ambición, se quedaron demasiadas opciones pegadas al cuerpo de Almeida . El portero brasileño fue la figura clave, y determinante, para que la selección española sufriera demasiado durante todo el encuentro, incapaces los de Ribera de ponerse por encima en el marcador en la primera media hora e imponer una superioridad que se presuponía sobre el papel.

Se llegaba con facilidad y continuidad al ataque, pero ahí se perdían las opciones. Sarmiento, Guardiola, Gurbindo, Balaguer ... Goles arrebatados a las aspiraciones de victoria, dudas que se multiplicaban al paso de los minutos. Lo peor, sin embargo, no fue la falta de efectividad, sino una defensa que no actuó unida y compacta y que permitió demasiadas facilidades a Lángaro, Pozzer y Chiuffa . Si Islandia había percutido la portería española en 21 ocasiones en todo el partido, Brasil marcó 18 tantos en solo una parte. Un agujero que no se pudo soportar con los goles de Aginagalde en el pivote ni con los de Balaguer en las recuperaciones rápidas.

Al descanso, dudas y dos goles abajo (16-18). Y en la reanudación se tardó nueve minutos en igualar el marcador. El culpable volvió a ser Almeida, que ni bajó los brazos ni la efectividad. Pero la defensa española, poco a poco, despertó y se elevó por sobre los intentos brasileños. Morros, Guardiola y Corrales , cada vez más firmes y altos, incomodaron los ataques rivales, más desajustados y con más precipitaciones.

Se comenzó a ver la luz, pero todavía muy lejana. Se quería recuperar la brillantez del partido contra Eslovenia, pero esta España también sabe sufrir para ganar. Tocó trabajar desde la paciencia, la tranquilidad y evitar los robos de balón. Solo faltaba ese último lanzamiento que diera oxígeno, y evitar la desconexión. Brasil no cejó, y a falta de un minuto la contienda se mantenía en un equilibrio aterrador. Un paso en falso suponía la eliminación en octavos, un sonrojo que se evitó con sangre fría. Un siete metros en la mano de Valero Rivera supuso el alivio que necesitaba el conjunto. Certificado el pase a cuartos por un Dujshebaev que ha crecido tanto como para llevar toda la responsabilidad. Toca Croacia o Egipto, que dirimen su batalla hoy. Y toca pensar en lo que falta, en las lecciones que deja una victoria lograda desde la agonía.