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Un ataque letal del abuelo

El americano de 41 años Chris Horner gana la tercera etapa en el Mirador de Lobeira y arrebata el maillot rojo a Nibali

Un ataque letal del abuelo AFP

J. C. C.

« Puedo ganar la Vuelta a España ». Esto dijo nada más lanzar un derrote seco y eléctrico Chris Horner, el ciclista más veterano del pelotón, y presentarse vencedor en el Mirador de Lobeiro, un montículo bellísimo por encima de Vilagarcía de Arosa. El ... americano de 41 años -cumplirá 42 en octubre- ganó la tercera etapa de la Vuelta a España y desalojó a Nibali del maillot rojo . Con un ataque letal superó unos cuántos récords: es el ciclista de mayor edad vencedor de una etapa de una gran ronda y el líder más veterano que han tenido nunca el Tour, el Giro o la Vuelta.

Horner representa la esencia del ciclismo. Un americano nacido en Japón (donde su padre servía como militar) que se hizo hippie y recorrió el mundo instalado en una caravana. Así llegó al ciclismo, de casualidad por su propensión a la vida contemplativa. Lo hizo tarde, con 24 años, siempre a contrapié.

Y así cazó esta tarde a los principales favoritos de la Vuelta, que tratan de masticar cada día la ración de finales en puerto con que les obsequia la organización. Horner salió a la contra frente a los cohetes de Flecha y Santaromita, ataques que se diluyeron cuando el pelotón, cansado y con estrés, se lo propuso. El abuelo lo hizo con más piernas, ganas y determinación que los demás. Nadie le esperaba, pero él es un tipo que siempre navega en la ola. «Puedo ganar la Vuelta. Soy una persona pequeña , con pocos kilos y me gustan los puertos», explicaba con un castellano macarrónico pero agradable al oído.

Valverde capturó seis segundos en las bonificaciones al entrar segundo en la meta, atento a todas las maniobras, y Purito Rodríguez cogió cuatro, adosado a su tubular. Nibali no es tan rápido y entregó el maillot rojo. Casi le hizo un favor Horner, cuyo equipo, el RadioShack, tiene ahora un cometido en la Vuelta: defenderlo.

Antes de esa expansiva respuesta del Horner, el pelotón atravesó el puente de la Isla de Arosa como un cuchillo por la mantequilla. El viento y las caídas generaron una zozobra colosal en la serpentina de colores: se partió en varios grupos, aunque la cosa no llegó a la fractura. Iván Gutiérrez, el veterano cántabro, se encargó de calmar a una tribu de ciclistas que avanza desbocada por Galicia.

Un ataque letal del abuelo

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