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ABC Cultural

El veraneante: mi reino por una sillita de playa

Vaya Fauna (V)

Los veranos siempre son iguales: los que cambian son los veraneantes, que envejecen contra su voluntad. El verano es la juventud del año

El runner: no corren, conquistan el mundo

Christian Wheatley
Bruno Pardo Porto

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De pronto, un día cualquiera, los de la sillita de playa tienen razón. Y el veraneante piensa: ¿dónde has estado todos estos años, sillita mía, luz de mi vida, fuego de mis entrañas, pecado mío, alma mía, si-lli-ta? El diminutivo es fundamental, pues ... le quita peso al objeto y le suma una dosis de amor: no es para menos. Es famoso el codo de tenista, pero no tanto el codo del lector de playa, que ha truncado carreras académicas y literarias como ninguna otra dolencia conocida y catalogada. Leer, en la arena, es más una tortura que un reto; podría ser deporte olímpico, de hecho, pero el COI lo descartó porque las lesiones de espalda eran peores que las del fútbol americano, y las retransmisiones demasiado largas para los narradores que tenemos (Juan Carlos Rivero rechazó la oferta: se negó a pronunciar Chautebriand). Con la sillita de playa, sin embargo, todo ese sufrimiento ha desaparecido, y la lectura ha vuelto a ser un placer de perezosos y veraneantes. ¿Y cuál es el precio a pagar? Apenas nada: la juventud. La venden en cualquier parte.

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